El matrimonio es una de las etapas más bellas y disfrutables de la vida y se conforma por dos personas totalmente diferentes, con dos escuelas, costumbres y orígenes distintos, pero con todo el derecho de unirse y a conocerse. Las Escrituras no nos dan instrucciones sobre cómo llevar a cabo un noviazgo de forma correcta, pero sí nos hablan sobre compromiso, respecto y afecto entre dos personas dentro del matrimonio.
El Señor me ha dado la oportunidad de aconsejar a muchas parejas en distintas etapas de su matrimonio, a quienes siempre les digo que es uno regalo hermoso que Él diseñó para Sus hijos, el cual debemos aprovechar cada instante. Sin embargo, lograr esto no resulta nada fácil porque simplemente nada es perfecto. En el camino surgen miles de problemas e inconformidades entre la pareja, pero debemos entender que, para vivir armoniosamente el matrimonio, tanto la mujer como el hombre deben aprender a ceder. Sí: dejar o dar algo de forma voluntaria para que ambos disfruten.
En muchas ocasiones he escuchado a personas decir que necesitan un cambio transcendental en su matrimonio, pues de lo contrario se terminará. Como lo dije, el matrimonio no es sencillo, por ello es que necesitamos renovar nuestros corazones cada cierto tiempo y amar a nuestro cónyuge como Dios lo dispuso, ya que el matrimonio es desinteresado, generoso, compasivo y comprometido en todo momento.
Debemos tener en mente que, más allá de un documento que ambas partes firman o de los votos que se declaran frente a las personas que quieren, el matrimonio es un pacto y un acuerdo vinculante hecho entre tres personas: el esposo, la esposa y Dios. Me encanta pensar que es una promesa de tres vías, por lo que cuando permitimos que Él sea el centro de todo, nos volvemos mejores para amarnos unos a otros.
Con el paso del tiempo he aprendido que, a medida que el hombre y la mujer se acercan a Dios, también se acercan el uno al otro. Del mismo modo, cuanto más fieles le sean, más fieles serán entre ellos; y cuanto más devotos sean de Él, más devotos serán de su matrimonio. Por tal razón, siempre comparto que para que un matrimonio sea duradero, además de aplicar valores como el respeto, la comunicación y la fidelidad, entre otros, debemos poner en el centro única y exclusivamente a nuestro amado Dios.
Si la clave para un matrimonio fuerte es una relación fuerte con nuestro Creador, entonces lo mejor que podemos hacer para amar bien a nuestro cónyuge es dedicar tiempo intencionalmente a ser más como Él. A pesar de lo que las comedias románticas nos han hecho creer, ningún ser humano puede llenar nuestro interior como solo Dios puede hacerlo.
Si crees que has fallado más de lo que quisieras en tu matrimonio, este es un buen momento para que trabajes en perdonar, sanar las heridas y en renovar tu corazón; para que juntos sean más unidos. ¡Que Dios te bendiga y guíe para que tu matrimonio sea cada vez más fuerte!