El pasado 20 de abril nació mi sexta nieta: la primera mujer y segundo hijo de Juan Diego y de mi nuera Melissa. El nacimiento de un hijo y un nieto siempre es un momento especial que marca la vida de los padres y los abuelos. María Emilia, mi bella nietecita, pesó 6.4 libras y midió 52 centímetros, y su vida me hace pensar en la gracia, perfección e inmenso amor de Dios.
Puedo decir con una gran sonrisa en el rostro que ser nona (abuela en italiano, como me llaman todos mis nietecitos) es una gran bendición y una experiencia única que he disfrutado al máximo. En las seis veces que mis hijos me han dado la noticia de que sería abuela los sentimientos fueron los mismos: emoción, alegría y muchísimo amor, puesto que son seres que nos hacen ver la vida con nobleza.
Cada uno con sus ocurrencias y su forma de ser me han enseñado más de lo que creen. Unos más cariñosos, otros más enojados y otros más chistosos, pero todos reflejan la misericordia y el amor de Dios, lo cual me llena el corazón y me hace querer darles lo mejor de mí desde el rol de abuela. Cada día agradezco el regalo tan grande de disfrutar la faceta de madre y abuela.
Hay algo fascinante que tanto las madres como las abuelas compartimos: las emociones de ver nacer y crecer a un nuevo ser humano, lo que crea un vínculo inquebrantable y un amor incondicional. Me encanta que ver a mis nietos crecer es como verme al espejo, pues cada vez logro apreciar muchos más rasgos físicos de mis hijos, de mi esposo, de mis consuegros y propios en ellos. Verlos jugar, explorar y reír me hace recordar la niñez de mis hijos e incluso la mía. Definitivamente Dios es bueno.
Ser abuela por supuesto que crea el sentimiento de ser madre de nuevo, pero con mucho más tiempo y menos presiones, lo cual es verdaderamente gratificante. Si aún no experimentas la dicha de ser abuela déjame decirte que cuando lo seas jugarás un papel muy importante e influyente en la vida de tus nietos. Su llegada hace que los abuelos rejuvenezcamos al adquirir un nuevo rol: el de proveer afecto, contar historias y consentir con regalos, tiempo de calidad y muchísimo amor.
Dicen que los abuelos son como las luces de un paisaje: siempre están en el lugar correcto, en el momento justo y listos para ayudar cuando más se necesite. Darisse, Thiago, José Juan, Samuel, Stella y María Emilia, mis amados nietecitos: deseo que Dios habite por siempre en sus corazones y que sean luz a dondequiera que vayan. ¡Gracias a Dios por los nietos!