De pequeña, recuerdo que mi casa no siempre fue un hogar feliz. Si bien mi padre fue un hombre trabajador y responsable, también fue víctima de alcoholismo a tal punto de desaparecerse durante días por andar bebiendo. Esto provocó muchísima tensión entre él y mi madre, y muchas veces mis hermanos y yo tuvimos que intervenir para que no se hicieran daño.
Entre los 8 y los 14 años fui testigo de la peor crisis matrimonial entre mis padres y el alcoholismo de él afectó las finanzas familiares. Siendo adulta tuve la oportunidad de investigar más acerca de por qué llegaron a tener una relación tan conflictiva y por qué el comportamiento de algunos miembros de mi familia no se repetía en otros que tuvieran relación directa (por ejemplo, entre padres e hijos). Fue entonces cuando descubrí qué es un genograma, herramienta que en psicología se emplea para el estudio de las relaciones familiares.
Pasé mucho tiempo tratando de dibujar el mío y el de mi familia. Esto en gran parte me ayudó a entender que podemos heredar comportamientos y conductas que provienen de generaciones anteriores a la de nuestros padres, y eso fue lo que le pasó a mi papá.
Cuando alguien nos hace daño, lo primero que hacemos es llenarnos de sentimientos negativos de rencor y odio. Yo pude haber detestado a mi papá por las cosas que hizo, las cuales, sin duda, me lastimaron; pero no tuve resentimientos hacia él porque entendí que los padres, como todos los seres humanos, no son perfectos; y que debemos aprender a perdonar para vivir en paz y con gozo.
Por otro lado, mi mamá, a quien todavía tengo la dicha de tener a mi lado, desde joven fue una mujer sumamente visionaria y muy adelantada a su época. Cuando cumplí 15 años, en lugar de organizarme una gran celebración, como suelen hacerse en Guatemala, decidió regalarme un viaje a Estados Unidos para que estudiara y perfeccionara mi inglés. Cuando regresé me encontré con la maravillosa noticia de que mi papá había dejado el alcohol y empezaba a ir a la iglesia.
Sé que muchísimas personas, tanto hombres como mujeres, no tuvieron la oportunidad de tener un padre o una madre. Sin embargo Dios también es nuestro Padre Celestial y nos ama sin condiciones. En Él podemos encontrar el amor que nunca hemos recibido en el mundo, el amor más puro y honesto, porque nos ve como verdaderamente somos y no como nosotros o alguien más nos ve.
Desde que me convertí en madre entendí el enorme compromiso que implica ejercer dicho papel, ya que a diario se deben tomar decisiones coherentes con los hijos y con el entorno. Si tus padres te han hecho daño, perdónalos, puesto que cuando somos padres de familia también cometemos innumerables errores por el simple y sencillo hecho de que somos seres humanos en constante aprendizaje.
El próximo sábado 22 de octubre, a partir de las 3:00 p.m., realizaremos la tercera reunión presencial “Mujer” de este año, bajo el tema “Corazón de hija”. Dios desea que no tengamos heridas en el corazón, así que, mujer, te espero en Casa de Dios Fraijanes en la fecha y hora antes descritas. ¡Habrá muchísimas sorpresas!