Una de las preguntas que más me han hecho cuando voy a predicar a otros lugares es si las mujeres pueden estar al frente de un ministerio cristiano. Mi respuesta siempre ha sido la misma: “Por supuesto que sí”, pues más allá de estar al frente, para mí es una cuestión de servicio a Dios
Las dos razones principales por las que debemos servir son el amor y bendición que trae hacerlo, ya que Dios nunca se quedará de brazos cruzados ante nuestras buenas intenciones por ayudar a la gente. Lo más maravilloso es que todos los seres humanos tenemos dones y talentos para que podemos emplearlos en el servicio a los demás.
En mi iglesia madre —la primera donde nos congregamos mi esposo y yo, la que nos formó y donde dimos nuestros primeros pasos en la fe—, me dieron la oportunidad de servir en distintas áreas. En un principio elegí servir cuidando niños durante los servicios dominicales y fue una labor que hice por muchos años y que continué cuando se fundó Casa de Dios.
También formé parte del coro de la iglesia, fui anfitriona en las puertas del templo y coordiné a grupos de jóvenes junto a mi esposo, ayudándolos a fortalecer su crecimiento espiritual. A lo que quiero llegar es que existen muchísimas formas de servir y para hacerlo solo debes acercarte y ofrecer tus dones y talentos.
La primera vez que subí a un púlpito como pastora ya llevaba más o menos veinte años de estar sirviendo en otras áreas. De hecho, cuando mi esposo ya llevaba años de ser el pastor general de Casa de Dios yo aún servía en la escuela dominical. El servicio es parte de nuestro ADN como iglesia, no solo como hijos de Dios, sino como institución que vela por el bienestar emocional y espiritual de las personas. El servicio también nos da identidad como hijos de Dios.
Todo este tiempo como pastora y predicadora ha sido muy gratificante porque me ha permitido acercarme a las personas y conocer de primera mano cómo piensan y cómo Dios ha obrado en su vida. Si bien es cierto que predicar ha sido una gran bendición, este llamado también está relacionado con la satisfacción del servicio.
Estoy completamente segura de que la iglesia que presido junto a mi esposo hoy no existiría si no fuera por la vocación de servicio de sus miembros y por los grupos de amistad que la han fortalecido y le han dado una identidad como iglesia. Me siento muy afortunada de servir en un ministerio cristiano basado en la amistad.
No necesitas ser pastora para poner tus dones y talentos al servicio de los demás. ¡Te animo a hacerlo en cualquier área! Lo importante es involucrarte y entregarle todo lo que hagas al Señor.