La intercesión, en resumen, es una combinación entre oración y santidad; es ponerse a la brecha delante de Dios en favor de la vida, la familia, la iglesia y la nación. Para interceder con paciencia y amor debemos dejarnos moldear por el Señor y estar convencidas de Sus promesas y del amor tan grande e inmerecido que diariamente nos da, ya que de esa forma podremos ayudarlo a que otras personas se conviertan a Él y puedan combatir el pecado.
Todas necesitamos murallas y vallados porque es necesario que nos apartemos del pecado para ser útiles en la buena obra y para trabajar por las personas. La intercesión funciona como una cadena de restauración: alguien intercede por nosotros y otras personas se benefician con nuestra intercesión. Para lograr que esta cadena sea fuerte debemos orar sin descansar porque solo quien conoce el corazón de Dios puede interceder.
El Señor es el mayor ejemplo de intercesión que tenemos los seres humanos, pues Él se dio a sí mismo por nosotros. Es por ello que si Él es nuestro camino, como Sus Hijas debemos imitarlo e interceder por quienes nos rodean, así como Él lo hace por nosotras. Estoy segura de que todas las personas estamos llamadas a interceder puesto que es una responsabilidad que debemos asumir para salvar, sanar, liberar, transformar y restaurar.
Desde que en 2004 fundé el Ministerio de Intercesión de la iglesia que lidero junto a mi esposo, el Señor me ha sorprendido de forma sobrenatural con los resultados que hemos obtenido. Estoy completamente agradecida porque sin importar las adversidades cada año somos más las personas que nos unimos a orar y creer por una mejor nación, familia e iglesia. Hasta la fecha hemos graduado como intercesores a 8 mil 850 personas.
Debo admitir que cada día me sorprendo más del alcance que los servicios de intercesión han logrado en las plataformas digitales, ya que desde que iniciamos con ellos el pasado marzo de 2020, alrededor de 200 mil personas de distintos países del mundo se han conectado cada martes a las transmisiones. Se siente muy lindo saber que, a pesar de las adversidades, muchísimas personas se interesan en aprender a interceder para ponerse a la brecha delante de Dios por quienes lo necesitan.
Confío en que pronto volveremos a reunirnos de forma presencial como solíamos hacerlo previo a la pandemia, para seguir intercediendo y desarrollando la fe. Continúo orando y trabajando junto a una gran líder y amiga, la pastora Lucky de Montufar, y un equipo increíble de personas que el Señor ha añadido para que nuestros dones se multipliquen. Recuerda que tenemos en nuestras manos el arma poderosa de la intercesión para rescatar almas. ¡Aprovéchala y haz de su uso un estilo de vida!