La oración es la forma más sencilla y directa de hablar con Dios, pero la intercesión va mucho más allá de eso porque expone nuestro amor por otras personas. Una oración de intercesión aquella en la que le pedimos al Señor específicamente por alguien más, para que sane alguna de sus dolencias físicas, emocionales o espirituales.
Jesús es el ejemplo perfecto de un intercesor. Él no vino para curar a los sanos, sino a los enfermos. Tampoco vino a salvar a los justos, sino a los pecadores. Esa es la razón por la cual los cristianos predicamos acerca de Dios, quien nos ama y libra de la muerte eterna si confiamos plenamente en Él.
Desde 2004 dirijo el Ministerio de Intercesión de Casa de Dios, un lugar donde forjamos a intercesores para que puedan orar por la salvación de otros, pero también por las dolencias físicas y emocionales que padecen en su paso por este mundo. Mi anhelo es que cada persona pueda acerarse a Cristo e interceder por el bienestar de otros pecadores que aún no le conocen. Si bien es cierto que Dios aborrece el pecado, ama al pecador como a Sus propios hijos.
Cabe resaltar que el papel de la Iglesia como organismo establecido por Dios en la Tierra no es juzgar o condenar, sino facilitar la reconciliación de las personas con Su amor.
La Iglesia Cristiana no debería rechazar a los pecadores, sino todo lo contrario: acogerlos para que conozcan la misericordia del Señor. Debe instruirlos en Su Palabra para que ellos mismos tomen las mejores decisiones para su vida. Debe hablarles del maravilloso regalo de la salvación y reiterarles de una y mil formas que Jesús pagó también por sus pecados.
Sigamos el ejemplo de Cristo y no discriminemos a nadie, por ninguna razón. Él nos ha encomendado el cuidado de todos, instándolos a apartarse de la vana manera de vivir, pero sin dejar de amarlos.
Como pastora general de Casa de Dios y fundadora del Ministerio de Intercesión siempre he velado porque nuestras oraciones de intercesión estén motivadas por las razones correctas; o sea, por el cuidado y el bienestar de las personas, más que por su forma de ser en su identidad. Esto quiere decir que en nuestras oraciones también pedimos por la sanidad física de las personas ateas, por el bienestar emocional de quienes nos desprecian, por el entendimiento de las personas que practican religiones que no creen en Jesús y hasta por la sabiduría de quienes nos gobiernan, lo hagan bien o no.
Interceder es cuestión de amar a los demás y confiar que Dios les puede cambiar la vida para bien. Te animo a interceder por tu familia, nación e iglesia y a adoptarla como un estilo de vida para que logres ver los milagros sobrenaturales del Señor.