La envidia se presenta como un sentimiento negativo y destructivo que surge cuando una persona experimenta celos o resentimiento hacia otra por sus logros, bendiciones o posesiones. La Palabra nos enseña que, tanto la envidia como la ambición excesiva, pueden llevar nuestras vidas a la ruina, ya que hacen que nos enfoquemos en lo que nos faltan en lugar de apreciar lo que el Señor nos ha otorgado, lo que hace que demeritemos Sus bondades y gracia.
Asimismo, la envidia es considerada un pecado porque refleja un corazón lleno de orgullo y egoísmo, lo que nos separa de Dios y de quienes nos rodean. Este sentimiento negativo, sin duda alguna, es una fuente de conflictos y discordias, ya que, además, nos incita a compararnos con otros y a sentirnos insatisfechos con lo que somos y tenemos. Como creyentes, debemos tener presente en todo momento que en donde hay envidia, codicia, celos y contención, hay perturbación y obras perversas.
La Biblia nos da a conocer muchísimos ejemplos sobre cómo la envidia destruyó relaciones, comunidades y vidas. Por ejemplo, Caín, el primogénito de Adán y Eva, asesinó a su hermano Abel, cegado por la envidia. También, los hermanos de José lo envidiaron muchísimo por la relación especial que tenía con su padre y por sus sueños proféticos, por lo que intentaron matarlo y lo vendieron como esclavo. Estas historias nos enseñan que este sentimiento negativo rápidamente nos conduce al desastre, al odio, a la injusticia y hasta al asesinato.
Este sentimiento lo llegan a concebir millones de personas a lo largo de sus vidas, por lo que ha sido estudiado por varias disciplinas científicas. Luego de investigar un poco sobre el tema, encontré que varios estudios en psicología y neurociencia han concluido que la envidia es una emoción social que surge cuando una persona percibe que alguien más posee lo que desea, ya sea bienes materiales, éxitos o cualidades personales. Algo sumamente interesante que leí es que puede activar las mismas áreas del cerebro que se activan cuando experimentamos dolor físico, lo que explica por qué sentimos incomodidad y perturbación.
Si estás experimentando envidia, la buena noticia es que, si lo reconoces, aceptas y estás dispuesto a dejar a un lado ese sentimiento dañino, dejando tu situación en las manos del Señor, puedes salir victorioso. Con amor y humildad es posible evadir la envidia que constantemente intenta entrar en nuestro corazón para destruir nuestras vidas. Acércate a Dios en oración y pídele que transforme tu corazón, posiblemente el proceso de cambio y sanidad será doloroso y hasta vergonzoso, pero valdrá la pena. Oro, que a partir de este momento te enfoques en tu relación con Él y también en servir a los demás. ¡Bendiciones!