No cabe duda de que cuando los hijos se van de casa para formar su propia familia es difícil para los padres. Sin embargo, nuestro mayor deseo es que sean felices en cada faceta de la vida junto a una persona que se comprometa con ellos tanto en los buenos como en los malos periodos que todo matrimonio llega a pasar. Para ello debemos aprender a amar no solo a los hijos, sino también a las nueras y a los yernos. ¿Cómo es la relación que llevas con ellos?
Cuando estaba soltera admiré muchísimo el comportamiento de una amiga de mi mamá que era demasiado agradable como suegra. Ella tenía hijos grandes y era muy buena onda —como decimos en Guatemala— con las personas que se relacionaban con ellos, pues les brindaba una bonita amistad sin dejar a un lado los límites. Recuerdo que en varias ocasiones dije que quería ser como ella cuando llegara a ser suegra.
Desde que mis hijos se hicieron novios de mis nueras y mi hija novia de mi yerno me enfoqué en conocer sus personalidades y en respetar la elección de cada uno porque con mi esposo los educamos para que escogieran a una pareja con principios y valores bien establecidos, alguien que los motivara e inspirara a ser mejores personas en todo momento. Gracias a Dios tengo unas excelentes nueras y un excepcional yerno con los que jamás he tenido problemas. Es más, cada uno de ellos se ha convertido en un hijo más.
Dicen que las mamás tenemos un sexto sentido que no falla. ¡Por supuesto que sí! Como mujeres y como madres solemos percatarnos hasta del más mínimo detalle, sobre todo cuando se trata de los hijos. Por consiguiente, como suegras nos damos cuenta rápidamente si la persona que nuestros hijos eligieron para compartir la vida es candidata para construir o destruir el hogar que formarán. Evidentemente a veces sobreanalizamos las circunstancias y nos olvidamos que somos seres humanos que siempre cometeremos errores.
Para ser buenas suegras debemos establecer buenas relaciones con todas las personas que nos rodean, ser empáticas, saber escuchar y reconocer que no somos perfectas y que ninguna nuera ni ningún yerno lo serán. No llevo décadas siendo suegra, pero desde que lo soy he aprendido que no podemos esperar que nuestros hijos sean tratados como nosotras los tratamos, que no debemos imponer ni intervenir en sus relaciones y los problemas que puedan presentarse y que debemos aceptarlos a todos tal como son. Todos tenemos una historia diferente con altos y bajos que nos ayudan a mejorar como seres humanos.
Por otra parte, he conocido varias historias de suegras que han sentido celos de sus nueras y viceversa, lo cual ocurre cuando se comienzan a comparar modales y actitudes y a visualizar a la otra persona como competencia. Si te ha sucedido, pídele al Señor que aparte de tu mente pensamientos negativos y de zozobra, que guarde tu corazón y te aleje de los prejuicios. Adopta límites sanos que resulten beneficiosos tanto para ti como para tus hijos, nueras y yernos, ya que nada se compara con la paz que da llevar una relación llena de cariño, armonía y respeto con ellos.
Lo mejor que nos puede pasar como mujeres, madres y suegras es compartir y disfrutar de nuestros hijos y de sus parejas, quienes también se convierten en hijos el tiempo que Dios nos lo permita. ¡Aprovecha al máximo la dicha de ser suegra!