
Hace unos días conversé con una mujer que me dijo: “Pastora, siento que fracasé. No tengo fuerzas para volver a intentarlo. Ya no quiero empezar de nuevo”. Sus palabras reflejaban el cansancio de muchos corazones que han luchado durante años, que han visto sueños quebrarse o relaciones que no funcionaron, y que sienten que el peso del pasado no los deja avanzar.
Empezar de nuevo puede asustar. Implica cerrar capítulos, perdonarse, soltar culpas y mirar hacia adelante sin saber qué habrá más adelante. Pero también es un acto de fe. Es reconocer que, aunque algo terminó, Dios no ha terminado contigo.
En mi libro Mírate bonita, mírate feliz comparto que nuestras heridas no determinan nuestro futuro. Las etapas difíciles son solo el escenario donde Dios revela Su poder restaurador. A veces creemos que los errores nos descalifican, pero en realidad son parte de nuestra preparación para lo que viene.
Cada comienzo tiene belleza, incluso si llega después de una pérdida. Dios no te pide que ignores tu dolor, sino que lo entregues para transformarlo. Él no borra tu historia, sino que la redime. Porque cuando Dios escribe, incluso las páginas manchadas terminan contando un testimonio de Su fidelidad.
Me gusta pensar en Noemí y Rut. Ambas lo perdieron todo: esposos, hogar, estabilidad. Pero cuando decidieron volver a Belén su historia cambió. Allí, en vez de su dolor, Dios les preparó una nueva temporada. Rut se convirtió en parte del linaje del Rey David y su historia nos recuerda que las segundas oportunidades existen para quienes deciden levantarse y confiar.
Dios es experto en reinicios y transformaciones: transformó la oscuridad en luz, el caos en creación y el sepulcro vacío en esperanza. Si Él puede hacer nuevas todas las cosas, también puede darte una vida nueva. No importa cuántas veces te hayas caído: si todavía respiras, aún estás a tiempo de comenzar otra vez.
Quizá sientas que tu historia se terminó, pero el autor de la vida no ha escrito el último capítulo. A veces necesitamos que algo se rompa para que la luz entre. Y cuando permites que Dios sane lo que se quebró, descubres que la belleza no está en lo perfecto, sino en lo restaurado.
Si hoy estás frente a una nueva oportunidad, aunque te tiemblen las manos, da el paso que necesitas. No debes tener todo resuelto, solo necesitas tener fe. Dios no te pide que empieces con fuerzas, sino con confianza. Él caminará contigo, abrirá caminos donde antes hubo muros y pondrá paz donde antes había miedo.
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas,” dice Apocalipsis 21:5. Empezar de nuevo no es volver al punto de partida, sino hacerlo con más sabiduría, más fe y más gratitud. Porque cada nuevo comienzo con Dios es una prueba de Su amor inagotable. Así que levanta la mirada, respira profundo y atrévete a comenzar otra vez. El pasado ya fue, el presente es tu oportunidad y el futuro le pertenece a Él.