Cada año personas de todo el mundo celebran la Semana Santa. Muchos se toman esa semana para descansar o festejar por todo menos por su verdadero motivo: la resurrección de Jesucristo. Más allá de la tradición judía de la pascua estos días rememoran la historia más bella de la humanidad: Dios dio la vida de Su único Hijo, Jesús, a cambio de la nuestra.
La pascua judía conmemora el día en que Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud tras cientos de años de servidumbre. Jesús fue crucificado en medio de la fiesta de la pascua judía, justo el mismo día en el que sacrificaban al cordero pascual. Esto le dio un significado mucho más profundo a dicha celebración ya que Su sacrificio nos permitió salir de la esclavitud para obtener libertad.
La Biblia, en Isaías 53:4-7, nos explica lo que padeció Jesús por salvarnos: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.
Es un hecho que Jesús vivió la más grande de las humillaciones para que fuéramos restaurados; destruyó el poder del pecado para que fuéramos libres de la esclavitud y salvos; sufrió la separación con el Padre para que nos reconciliáramos y tuviéramos comunión con Él; y venció la muerte para darnos la vida eterna. ¡Así de enorme ha sido y es Su gracia!
Aun sabiendo todo esto, constantemente escuchamos la frase: “Todo tiene solución menos la muerte”, la cual no es más que una verdad a medias. Cuando algo está muerto pareciera que ya no hay absolutamente nada que hacer, pero Jesús vino a mostrarnos que hay esperanza a través del poder de la resurrección.
Como hijas de Dios tenemos a nuestra disposición el mismo poder que levantó a Jesús de los muertos. No hay enfermedad, problema, escasez o emoción que pueda resistirse al poder de la resurrección que Él nos dio por medio del Espíritu Santo. Jesús resucitó y junto a Él puede resucitar cualquier área o circunstancia que creas que se encuentre muerta.
Recuerda que la verdadera pascua es la celebración de la victoria de Dios, de nuestra liberación y de la redención a través de la sangre de Jesús. Así que, en estos días, como cristianos, debemos celebrar triunfo. Festejemos la resurrección de Jesús no solamente en Semana Santa, sino todos los días del año. Es un buen momento para que le agradezcamos todo lo que padeció y soportó por amor a nosotros. ¡Jesús venció la muerte y nos hizo parte de esa victoria!