Lidiar con el enorme peso que genera la falta de perdón es abrumador y sumamente cansado. Hay personas que, tras algún hecho doloroso, deciden guardar rencor en sus corazones y esto les provoca amargura, ira, odio y hasta orgullo; en lugar de soltar y sanar para vivir en paz. Las heridas del pasado pueden moldear nuestra vida y destruirnos por completo si no las soltamos y perdonamos.
Es fundamental que entendamos que para vivir en la libertad que el Señor tiene para cada uno de Sus hijos debemos aprender a perdonar y despojarnos de la tremenda molestia que causa aferrarse al dolor y a lo malo que nos ha sucedido. He aprendido que el perdón es algo en lo que debemos trabajar todos los días porque por el simple hecho de ser humanos imperfectos cometemos errores y nos hacen ofensas constantemente.
Por otra parte, para que nos sea más sencillo perdonar a otros, también debemos aprender a perdonarnos a nosotros mismos, ya que también cometemos muchos errores. Creo que todas las personas tenemos más de alguna herida que nos ha costado borrar, sin embargo, no podemos usarla como excusa o justificación para algún mal comportamiento de nuestra parte.
He escuchado a personas decir que no han logrado superar heridas —por muy pequeñas que estas sean— porque de una u otra forma las marcaron. Sin embargo, para Dios no hay nada imposible, por lo que debemos creer que somos capaces de perdonar cualquier daño que nos hayan causado. Él está esperando a que le entregues todo tu dolor para sanarte por completo.
Debemos entender que perdonar no significa que aceptamos lo que nos lastimó o que volveremos a permitir que nos hieran. A través del perdón le abrimos la puerta a Dios para que limpie toda impureza que nos esté acechando, con el propósito de que vivamos en paz. Este es un buen momento para que le rindas a Él todo enojo y orgullo, y te enfoques en tu corazón.
A muchas personas les puede resultar muy difícil volver a ver las heridas del pasado, pero cuando permitimos de corazón que Dios entre en nuestra vida, esos espacios dejan de doler y comenzamos a experimentar la libertad que solo Él puede darnos. Aunque en este momento estés pensando que nunca lograrás perdonar a tal persona por el agravio que haya cometido en tu contra, te aseguro que Dios te dará la fuerza para hacerlo.
Te invito a que hoy apartes unos minutos de tu día para revisar aquello que te ha costado o que aún no has podido perdonar. Piensa en cómo te hizo sentir esa acción o esas palabras, y en cómo eso ha impactado en todas las áreas de tu vida. Luego, declara con fe que ese agravio ya no tiene poder sobre ti y ora para que Dios te ayude a sentir perdón en tu corazón.