Dios, en Su poder y soberanía, estableció limites en la naturaleza y para la sexualidad. La Palabra nos enseña que todo tiene su tiempo y que todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Esto quiere decir que como seres humanos tenemos tiempo para nacer, para aprender y para morir, entre muchos otros, porque hay tiempo para todo. Incluso para las relaciones sexuales.
Existen límites y un tiempo establecido por Dios para que hombres y mujeres puedan disfrutar de las relaciones sexuales, ya que Él las diseñó no solo para llenar la Tierra de seres humanos sino también para que puedan experimentar placer y felicidad. Sin embargo, estas fueron establecidas para un tiempo específico: el matrimonio. Las relaciones sexuales durante la soltería o noviazgo pueden convertirse en algo devastador cuando realmente son un regalo hermoso y puro que Dios nos da.
Las relaciones sexuales en el tiempo incorrecto conllevan consecuencias emocionales y físicas como enfermedades venéreas, embarazos no planificados, culpabilidad, depresión y deshonra, entre muchas otras, pero Dios a través de la Biblia nos enseña a mantenernos puras, lo que sin lugar a dudas nos evita sufrimiento. La Palabra nos lo dice en 1 Tesalonicenses 4:3: “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”.
La voluntad de Dios, quien nos ama y sabe qué es lo mejor para nosotros, es que nos apartemos de las relaciones sexuales antes del matrimonio y que busquemos la santidad. Quizá en este preciso momento estés pensando que qué difícil cumplir con lo que Dios nos pide sobre la sexualidad si en la actualidad es algo normal que no se ve mal, sobre todo entre los jóvenes; o bien, quizá no quieras seguir leyendo porque en algún momento de tu vida fornicaste. ¡No importa! Somos seres pecadores por naturaleza, pero si te arrepientes de corazón, Dios te perdona y te da una nueva oportunidad para hacer las cosas conforme a Su perfecta voluntad.
Aunque el mundo estigmatice la sexualidad y aunque parezca difícil guardar tu cuerpo para que durante el matrimonio puedas disfrutar en su totalidad de las relaciones sexuales, te reto a que a partir de este momento dispongas en tu corazón y mente obedecer los mandamientos del Señor. Es mejor padecer o sufrir por hacer lo bueno, lo correcto y lo justo que por las consecuencias de malos actos.
Lograr la santidad es bastante difícil, pero es un estilo de vida. Si la practicas constantemente y evitas personas, conversaciones y situaciones que puedan llevarte a pecar será mucho más sencillo huir y no caer en tentación. Es por ello que mi deseo y oración es que vivas la santidad y pureza sexual, y que también te comprometas con Dios a mantenerte dentro de los límites establecidos en Su Palabra para que te vaya bien en cada faceta de tu vida.