Algo maravilloso que nos puede suceder a los seres humanos es aceptar a Jesús como nuestro único Señor y Salvador ya que en ese momento se abre una puerta muy grande llena de bendiciones y promesas para nuestra vida, entre ellas la sanidad. Si crees que Dios envió a Su Hijo a morir por nosotros también debes creer que Él puede sanarnos de cualquier padecimiento sin importar los diagnósticos. Es cuestión de fe y de creer que toda dolencia y enfermedad se alejará.
Hace varios años sufrí cólicos renales a causa de cálculos que se formaron en mis riñones y recibí sanidad por mi fe. Yo estaba en el hospital sufriendo por el dolor y en la madrugada tuve un intenso dolor, por lo que mi esposo, quien cuidaba de mí, con autoridad me dijo que fuera sana en el nombre de Jesús, así que le dije a Dios que yo recibía esa orden porque Él nos la dio primero por lo que hizo en la cruz del Calvario. En ese momento recibí mi milagro.
La sanidad es una orden que debe darse con autoridad, así que atrévete a proclamarla para tu cuerpo y para quien la necesite. Tú y yo somos ungidas y debemos estar completamente convencidas de que el Señor desea usarnos para sanar a otras personas, así que es momento de practicar la Palabra de fe y creer que será hecha conforme a Su mandato porque todo es posible para quienes le creemos.
Es normal que se produzca un desgaste físico y emocional en la familia cuando alguna enfermedad llega al hogar, por lo que si no ha llegado ningún padecimiento a tu casa —sobre todo en este año tan atípico y complicado— dale gracias a Dios. En mi caso, debido a la pandemia llevo meses sin ver a mi hija Ana Gabriela y sin conocer personalmente a mi nieto Samuel. Ha sido difícil no compartir con ellos por cuidarnos del virus que ataca al mundo entero, no obstante, estoy infinitamente agradecida con Dios porque ninguno de nosotros ha presentado fuertes quebrantos de salud durante este año.
Cuando constantemente le pedimos al Señor un milagro de sanidad sobre nuestra vida o la de un ser querido y seguimos en la misma situación, muchas veces asumimos que Él no nos escucha o que no quiere responder a nuestras peticiones. Sin embargo, Él sí desea sanarnos porque en la Palabra dice que nos libra de toda dolencia, de toda maldad y de toda enfermedad. Te animo a que no dejes de creerle al Señor a pesar de las circunstancias que estés atravesando.
Si tú o alguien cercano a ti está sufriendo por alguna enfermedad, sin importar cuál sea o cuánto tiempo ha durado, quiero decirte que el Señor anhela y desea con todo Su corazón que la sanidad llegue a ti y a quienes te rodean. Usa tu fe y toma autoridad para imponer manos y reprender todo espíritu de enfermedad, pues Él nos da los dones y la gracia para hacerlo cuando sea necesario, solo es cuestión de creerlo.
¡Los milagros sí suceden! No dejes de creer.