Hay algo en nuestra naturaleza que nos lleva a querer tener todo bajo control. Esta es una característica positiva porque nos ayuda a planificar y organizar las tareas con los niños, en el trabajo y en el hogar. Sin embargo, hay momentos en los que debemos reconocer que por mucho que nos esforcemos hay situaciones que nos sobrepasan y las cosas no siempre suceden en el tiempo que deseamos.
¿Les ha pasado que cuando esperan algo parece que el tiempo se detiene? Miran el reloj una y otra vez, los segundos se hacen eternos… Cuando pedimos por algo que necesitamos parece que nuestro reloj se detiene y el de Dios sigue a Su ritmo. Él hace que las cosas lleguen en su momento y esa es una de las lecciones más valiosas que podemos aprender como hijas de Dios. Quizá algunas personas tarden un poco más que otras en aceptar que no es que Dios no nos escucha, sino que las cosas se realizan según Su voluntad.
Por ejemplo, cuando una pareja planifica la llegada de un bebé debe estar emocional y fisiológicamente saludable. Cuando pasan los meses y la maravillosa noticia del embarazo se prolonga, podrían desesperarse. He tenido la oportunidad de acompañar a matrimonios que atraviesan estos procesos. He orado por ellos y he visto cómo los bebés llegan hasta que los ponen en las manos de Dios, pues Él tiene el correcto control de los tiempos.
Yo misma he orado por algunas situaciones que no se resuelven a la velocidad que yo quisiera, pero he aprendido que Su voluntad es buena, agradable y perfecta. ¿Qué hago en estos casos? Le hablo a mi alma para que se sujete a la Palabra de Dios y para que mis emociones y mi fe no se alteren.
La mujer con flujo de sangre de la que habla la Biblia gastó mucho dinero durante años para conseguir su sanidad hasta que la solución fue su encuentro con Jesús. No digo que en todos los casos hay que esperar durante años, pero sí debemos confiar que Dios tiene todo bajo control.
Cuando no esperamos en Él y la desesperación aparece en nuestra vida puede provocar que tomemos decisiones equivocadas como alejarnos de Su presencia o abandonar nuestro servicio o llamado. La Palabra dice que la impaciencia enaltece la necedad, así que debemos enfocarnos en desarrollar una vida de confianza en Dios que no solo dependa de los milagros que esperamos.
No sé qué estás viviendo en este momento ni qué estás esperando de parte de Dios, pero te aseguro que si confías en lo que Él ya te prometió lograrás ver Su respaldo. Ten presente que nosotras proponemos, pero es nuestro Padre quien dispone, así que te animo a no desmayar y seguir creyendo y orando con fe.