Siempre he dicho que quienes quieren encontrar el propósito en sus vidas, deben servir al Señor porque es el inicio de una existencia basada en la fe. Con el paso de los años he aprendido que el servicio habla muchísimo sobre nuestro corazón y de qué tanto queremos parecernos a Jesús, quien dio su vida de forma voluntaria por amor a nosotros. El servicio y el voluntariado son el sacrificio que voluntariamente ofrecemos por amor a Él y al prójimo.
Años antes de casarme, en la iglesia a la que asistía, serví bastante tiempo en el área de la alabanza. Luego, al momento de fundar el ministerio de niños de Casa de Dios –la iglesia que presido junto a mi esposo–, me dediqué a servir allí. En ese momento yo ya era madre, así que mis hijos fueron partícipes de mi servicio, quienes todo el tiempo me ayudaban a llevar y regresar los juguetes, los pizarrones, los crayones y todo lo que necesitábamos para las escuelas dominicales.
Tras varios años, comencé a servir en otras áreas, pero lo más importante es que nunca dejé de hacerlo porque es el servicio lo que nos activa en el caminar de la fe. Si Dios me salvó de mis pecados, me da nuevas oportunidades para ser mejor, me restauró de forma integral y me ama sin condición, ¿cómo no lo voy a servir? Aunque crezcamos, y quizá nuestros intereses cambien, nuestro servicio a Dios no debe deteriorarse jamás, pues debe durar hasta que la muerte nos termine de unir a Él, en Su eterna presencia.
Jesús nos motiva para que amemos a Dios con todo el corazón, alma, mente y con todas las fuerzas. Las primeras tres son abstractas, pero amarlo con todas nuestras fuerzas implica que debemos estar disponibles para servirle. He conocido a muchas personas que si no encuentran un espacio disponible en el área de la iglesia en la que desean servir, ya no lo hacen. Por supuesto que todos vamos a querer servir en lo que más disfrutamos, sin embargo, debemos estar dispuestos a dar y ayudar con esmero, pasión y entusiasmo, sin importar en dónde sea. De esta forma, Él nos da propósito y hace prosperar todo lo que hacemos.
En Casa de Dios trabajamos para que la visión de hacer discípulos se cumpla a través de los grupos en casa y los discipulados. Es por ello que, quienes ya recibieron a Jesús en sus corazones, están listos para iniciar una vida de servicio. Recientemente cumplimos 30 años de hacer iglesia, han sido años maravillosos bajo la unción del Espíritu Santo en los que hemos visto, entre muchas cosas, el poder del servicio.
Te animo a que sirvas en el área de tu iglesia que necesite más manos, teniendo en mente que cuando prestamos nuestro servicio al reino de Dios y a las personas, nuestra cosecha está asegurada. Recuerda que la calidad de nuestro servicio determinará el tamaño de nuestra bendición.