La Real Academia Española (RAE) define la palabra estrés como la “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”. Otro diccionario en línea indica que es una “alteración física o psíquica de un individuo por exigir a su cuerpo un rendimiento superior al normal”. En la actualidad todas las personas hemos sufrido o sufrimos a causa del estrés ocasionado por distintas situaciones.
Hay muchas personas a quienes, el mismo estilo de vida corrido que llevan, les causa fuertes tensiones, así como circunstancias que no depende de ellas, como la delincuencia, la violencia, el tránsito vehicular, las dificultades financieras, el exceso de trabajo, la pérdida de un ser querido y dormir poco o mal, entre otras. El estrés, al no ser liberado del cuerpo, suele ocasionar muchísimas enfermedades, por lo que es sumamente importante que aprendamos a controlarlo y no permitir que se apodere de nosotros.
El estrés también puede afectar nuestras relaciones interpersonales. En el matrimonio específicamente, no siempre es fácil identificar aquello que nos provoca estrés, pero por lo general podemos atribuirlo a la falta de intimidad, la pérdida de empleo, las enfermedades, los problemas legales y hasta los cambios en apariencia más “inofensivos” como jubilarse o mudarse de casa o de ciudad.
En estos tiempos acelerados en los que vivimos no es nada raro ver a parejas de adolescentes estresadas, llegando incluso a caer en síntomas de depresión. Hoy más que nunca son comunes los casos de jovencitos que a los doce o trece años provocan un tiroteo en su escuela o en algún lugar público, quitándoles la vida a varias personas para luego tomar la decisión de suicidarse; o de los matrimonios jóvenes que no soportan la carga emocional de estar unidos a una persona y se divorcian tras un año o menos de casados.
Muchas veces, para combatir las crisis de las diferentes etapas de nuestro matrimonio, debemos aprender a vivir con ellas. No siempre tendremos la vida para reparar una crisis, por lo que, aprender a enfrentarlas y saber cuándo es el momento para ceder debería ser una tarea principal para toda pareja.
Muchas veces me han preguntado si mi matrimonio ha tenido que afrontar conflictos, diferencias y, en general, épocas de crisis como pareja. Mi respuesta siempre es la misma: por supuesto que sí. Como todos los matrimonios, el mío tampoco ha sido perfecto. Sin embargo, he aprendido que, cuando le damos el primer lugar a Dios en todas las áreas de nuestras vidas, todo cambia para bien, pues Él es fiel en todo tiempo y es el punto de partida para manejar el estrés.
Si en este momento estás atravesando alguna situación de estrés en tu matrimonio o en cualquier otra área de tu vida, oro para que Dios se manifieste y tome tu mano para que atreviesen juntos esta prueba. Él es el único que puede darnos la fortaleza que necesitamos para afrontar las tribulaciones y tensiones. ¡Cree en Él!