Desde que se llevó a cabo la edición 94 de los Premios Óscar —el evento organizado por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas que premia lo mejor del cine cada año—, los titulares de las secciones de farándula y entretenimiento de distintos medios de comunicación del mundo entero han girado en torno a la reacción del reconocidísimo actor estadounidense Will Smith ante las bromas que durante la ceremonia se hicieron hacia su esposa.
Me imagino que todas las personas a quienes nos gusta el cine —e incluso a las que no— ya vieron el video en el que el actor le da una bofetada en plena transmisión a un famoso comediante por haber hecho una broma de mal gusto sobre la enfermedad que sufre su esposa. Por supuesto que dio de qué hablar, ya que nadie lo esperaba e incluso algunas personas presentes creyeron que se trataba de una actuación.
Más adelante, durante el discurso entre lágrimas de Smith tras ganar el premio a mejor actor por haber interpretado el protagónico de la película King Richard, el actor contó que el también actor, Denzel Washington, le dijo: “En tus mejores momentos, ten cuidado; es cuando el diablo viene a por ti”.
Recientemente, en una cumbre de liderazgo, Washington señaló que él, otras personas y Smith oraron juntos luego del incidente que le dio la vuelta al mundo. “¿Quiénes somos nosotros para condenar? No conozco todos los pormenores de esta situación, pero sé que la única solución era la oración. Tal y como yo lo vi. Tal y como yo lo veo”, dijo.
Aunque nadie más que ellos saben cuál fue su oración en ese momento de tensión, la gran enseñanza es que, a pesar de la aflicción del momento, decidieron cerraron sus ojos y hablar con Dios. Lo anterior es solo un ejemplo. Quizá tú ya hayas vivido algo similar, aunque no haya estado al ojo público, o talvez ya fuiste testigo de alguna pelea que llegó a los golpes por desacuerdos o enojos.
Es importantísimo que consideremos a Dios y que no dejemos que nuestro ánimo decaiga, aunque nos digan palabras negativas y destructivas, ya que el ánimo está íntimamente ligado a la fe que ejercemos. Aunque a veces resulte difícil no defendernos de ataques o insultos a nosotros mismos o a las personas que amamos, debemos saber que Dios atiende nuestra voz sin importar nuestra condición humana.
No importa cuánto nos persigan, la oración tiene poderes sobrenaturales. Por esa razón Dios siempre nos invita a estar gozosos, a orar día y noche y a escuchar Su voz, y no la del mundo. No dejes que el enojo o las aflicciones ahoguen tu fe. Ora eficazmente con pasión y entrega y provoca que tus oraciones produzcan el resultado esperado.
Enfócate en no juzgar, sino más bien en edificar y trabajar para que Dios finalice Su obra en ti.