Todos los días de camino al trabajo, a casa o a una reunión, siempre encontramos a niños, adultos y ancianos en las calles en situaciones vulnerables tratando de obtener dinero o comida para subsistir. Lo más triste es que esto no sucede solo en Guatemala, sino en todos los países del mundo, lo que me hace pensar que hay demasiada necesidad como para permanecer indiferentes.
Distintos estudios económicos han mostrado que desde que inició la pandemia ocasionada por el COVID-19, muchas más personas de distintos continentes pasaron de la pobreza a la pobreza extrema por la falta de empleo y las restricciones impuestas por las autoridades de salud. En estos últimos dos años la mayoría supimos de más de alguna persona que perdió su trabajo y de familias que perdieron sus hogares por la falta de recursos.
Ahora más que nunca debemos salir de nuestra burbuja y mostrar sensibilidad por lo que sucede a nuestro alrededor. Ser auténticos hijos de Dios está íntimamente relacionado con la generosidad y las dádivas, por lo que ayudar a quienes más lo necesitan no debe ser visto como una opción, sino como una obligación. La Biblia nos enseña que para despojarnos del “viejo hombre” debemos dejar la mentira, dominar nuestras emociones y convertirnos en personas honradas que comparten.
Dios, a través de las Escrituras, también nos dice que si dejamos de ser avaros y nos volvemos seres generosos prosperaremos porque el que da también recibe. Hoy, mañana y todos los días debemos extender nuestra mano al necesitado, ya que no por guardar más se llega a tener más, sino todo lo contrario: quien retiene más de lo que es justo, empobrece.
En Casa de Dios –la iglesia que presido junto a mi esposo–, en 2016 fundamos el Banco de alimentos, el brazo social de la iglesia, con el objetivo de atender a huérfanos y a personas de la tercera edad, y para brindar ayuda humanitaria a quienes han sufrido por catástrofes naturales. Con el paso de los años la misión se ha expandido, por lo que en la actualidad también llevamos a cabo proyectos de ayuda, desarrollo y transformación social.
Si deseas ayudar a quien se encuentre en aprietos en este momento a través de una fundación, el primer domingo de cada mes recolectamos alimentos no perecederos y productos de higiene en nuestra iglesia, los cuales trasladamos a distintas asociaciones del país. También puedes hacerlo de forma personal, llevando víveres a comunidades de escasos recursos o a personas que veas en las calles. Lo importante es hacerlo.
Los seres generosos siempre encuentran oportunidades y hacen a un lado las excusas, es por ello que dar es la mejor forma de sembrar y cosechar. Ayudar es una obligación que conlleva recompensa, así que, de ahora en adelante, cada vez que salgas de tu casa, mira a tu alrededor y ayuda a quien se encuentre en aprietos. ¡Seamos agradecidos con lo que tenemos en todo momento!