El 11 de septiembre, Casa de Dios —la iglesia que presido junto a mi esposo, Cash— cumple ¡27 años de fundación! Se dice fácil, pero han sido años de muchísimo trabajo y entrega en los que hemos visto cómo Dios ha estado presente desde la sala de aquella casa donde iniciamos las reuniones con tres familias amigas hasta la actualidad.
Dios nos habló diciendo que Casa de Dios no había nacido en el corazón de un hombre, sino en el Suyo; y que sería conocida por las manifestaciones de Su presencia.
Iniciamos nuestras primeras reuniones en la sala de una casa; cuando crecimos, nos movimos al salón de un hotel; después, a un salón de la Cámara de Industria; posteriormente a una bodega que transformamos en iglesia; luego al templo de Pinula; y por último al lugar en el que ahora estamos: Casa de Dios Fraijanes.
Dedicarme a tiempo completo a la obra del Señor ha sido la mejor decisión que he tomado, pues no hay nada más gratificante que servirle. Durante este tiempo, junto a mi familia hemos visto milagros, restauraciones y reconciliaciones en niños, jóvenes y adultos; personas que han nacido de nuevo y que hoy predican la Palabra de Dios, y hombres y mujeres que interceden por su familia, iglesia y nación.
En la actualidad tenemos la bendición de celebrar cuatro servicios dominicales presenciales y quince en línea cada semana. En esta iglesia le abrimos las puertas a todas las personas que necesitan de Dios sin excepción alguna y nuestro mensaje continúa siendo el mismo: llevar las buenas nuevas del Evangelio a Guatemala y a las naciones.
Asimismo, con el paso de los años las actividades de la iglesia se han diversificado. Con la ayuda del equipo pastoral, colaboradores y voluntarios realizamos dos congresos internacionales al año —Ensancha y Hechos—, cursos de intercesión y seminarios para mujeres y para emprendedores; asimismo, formamos al liderazgo a través de la Academia de líderes y actualizamos a pastores y líderes de otras congregaciones por medio del Centro Internacional de Estudios Ministeriales (CIEM), entre otros.
También nos hemos caracterizado por pensar en el prójimo. Nuestro brazo social se ha extendido para ayudar a muchísimas instituciones y personas en necesidad. Hemos contribuido con alimentos y ayuda humanitaria durante eventos trágicos donde la naturaleza ha afectado a comunidades enteras en Guatemala y hemos estado presentes en la crisis hospitalaria más grande que ha vivido el país.
Todo esto no sería posible sin la gracia y la guía de Dios, tampoco sin los colaboradores de esta hermosa iglesia, los miembros de la congregación y los voluntarios que semana a semana dan la milla extra para que más personas conozcan a Dios. Ellos también han creído en la visión que Él nos encomendó de ir y hacer discípulos. ¡Gracias por tanto!