Perder a un ser querido es, sin duda, una experiencia traumática que nos puede encaminar al aislamiento o a la depresión. Aunque en esos momentos las palabras no suelen consolarnos, debemos entender que la muerte es parte de la vida y que todos, en algún momento, moriremos terrenalmente, por lo que tenemos que vivir confiados de que no estamos solos y que la presencia de Dios nunca nos abandona.
La tristeza a causa de una pérdida es una emoción natural y necesaria que hasta Dios ha experimentado. Es vital entender que Él no aminora nuestro dolor, sino que nos acompaña en él, tal como se entristeció con María y Marta cuando perdieron a su hermano. Él jamás nos dejará ni se olvidará de los sentimientos que nos invaden; por el contrario, nos apoyará y brindará el consuelo que necesitamos.
Hace muchos años perdí a mi hermano y, tiempo después, a mi padre. Debo admitir que, aunque ya pasó mucho tiempo desde que partieron, aún los pienso y los extraño. La realidad es que como seres humanos nunca podremos estar preparados para perder a alguien que amamos y, aunque todos reaccionamos de diferente forma, entendamos que el duelo es un proceso que cada uno atraviesa de manera distinta.
Si en medio del dolor decides acudir a Dios, ten la certeza de que Él te ayudará a recuperar el equilibrio para que te levantes, puesto que, así como amó y se preocupó por los israelitas, te ama y se preocupa por ti. Si estás atravesando alguna pérdida en este momento, ten la seguridad de que Él consolará tu pena y dolor. Quizá hoy te está siendo muy difícil asimilarlo, pero te aseguro que no todos los días serán así ya que Él te dará las fuerzas para seguir.
Por experiencia propia te digo que cuando nos sentimos tristes, devastados y deprimidos por el duelo, Dios nos encuentra, nos extiende Su mano, nos ayuda a encontrar el descanso que necesitamos y reanima nuestra alma cansada. Luego de perder a mi hermano y a mi papá, cuando más triste me sentía, Él rellenó mi copa hasta que rebosó y fue fiel en todo momento. Sin Su ayuda y cuidados no hubiera podido superar lo que en determinado tiempo viví.
Si te sientes desgastada por el duelo, este es el momento perfecto para que vuelvas a Dios ya que Él nunca te abandonará y entiende mejor que nadie lo que estás viviendo. Él camina contigo a través del valle de dolor y está listo para darte descanso. Por supuesto que esto no significa que el dolor acabará inmediatamente, pero cuando descansamos en Él, nuestro corazón se llena de paz.