Todas las personas, en más de un momento de la vida, hemos enfrentado crisis y tribulación. Quizá en este momento estés entrando a una, atravesándola o saliendo de ella, pues son parte importante de la vida y, aunque suelen ser complicadas, nos hacen mucho más fuertes, resilientes y hasta responsables. La pregunta del millón es cómo podemos enfrentarlas y salir victoriosos. La respuesta es sencilla: con las promesas de Dios.
Aceptar a Jesús como nuestro único Señor y Salvador, y decidir seguirlo en todo momento —tanto en los tiempos de alegría como en los de aflicción— son dos de las mejores decisiones que podremos tomar en la vida, las cuales nos garantizarán la vida eterna. Sin embargo, debemos tener en mente que ser seguidores de Jesús no significa que nunca vayamos a enfrentar problemas o pruebas.
La Biblia nos enseña que en nuestro caminar temporal por la Tierra experimentaremos todo tipo de dificultades: pérdidas familiares, de amigos y laborales, enfermedades y crisis financieras, entre muchas otras. Quienes las sobrepasan y siguen adelante son personas que se aferran a las promesas de Dios, las cuales son verdaderas y con un gran propósito.
Como creyentes debemos tener la total certeza y seguridad de que Él estará con nosotros en medio de todas las pruebas que se nos presenten; y que, en el tiempo que Él lo tenga destinado, nos dará la victoria sobre esas adversidades. Cuando la histeria, la ansiedad, la depresión, la incredulidad y la desesperanza quieran apoderarse de ti, confía en Dios porque Él jamás te abandonará.
No te mentiré diciéndote que es fácil: cuando estamos en momentos de crisis pareciera que todo se torna en nuestra contra. Sin embargo, la clave para experimentar paz en medio de la tribulación es que nuestros pensamientos perseveren en Dios y no en palabras negativas. Es momento de creer que Él es mucho más grande que cualquiera de nuestros temores.
Hay momentos en la vida en los que todo fluye y en todas las áreas marchamos de la mejor manera: nuestra familia está bien, la economía está estable y las relaciones están más fuertes que nunca. En esos momentos es cuando fácilmente reconocemos que Dios no nos abandona. Por el contrario, cuando nos sentimos devastados y las circunstancias están en nuestra contra, nos sentimos mal y solemos culparle o recriminarle que no está con nosotros.
Debemos entender que nuestro Dios es amoroso y paciente y que su fidelidad y poder están por encima de cualquier circunstancia. Aunque la tierra se desmorone y las montañas se hundan, podemos y debemos confiar en Su eterna protección porque Él es nuestro amparo, fortaleza y ayuda segura en momentos de angustia. ¡Ten fe!