
Diciembre llega con una mezcla de emociones: alegría, nostalgia, cansancio, expectativa y una lista interminable de cosas que queremos lograr el próximo año. Sin embargo, antes de escribir metas nuevas, necesitamos hacer algo más profundo: cerrar el año con propósito.
Es fácil caer en la idea de que el año fue bueno si logramos lo que queríamos y malo si no alcanzamos ciertas metas, pero la perspectiva de Dios es distinta. Él no evalúa nuestro año por los resultados, sino por el corazón con el que caminamos cada día. A veces crecimos más en los meses silenciosos que en los exitosos y otras veces dimos pasos gigantes sin darnos cuenta.
Cerrar el año con propósito significa detenernos, respirar, mirar hacia atrás con sinceridad y reconocer dónde vimos a Dios, incluso si fue en forma de fortaleza en medio del dolor.
Quizá hubo oraciones que aún no se respondieron, puertas que no se abrieron o situaciones que no entendimos. Pero si hoy estás aquí significa que Dios te sostuvo. Que Su fidelidad no falló. Que Su mano nunca te soltó. Y eso ya es razón suficiente para agradecer. “Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”, dice Proverbios 16:3.
Antes de escribir nuevos planes, pregúntale al Señor: “¿Qué querías enseñarme este año?” “¿Qué debo dejar ir?” “¿Qué debo llevar conmigo en 2026?”
La gratitud no es solo un sentimiento: es una llave espiritual que abre nuestro entendimiento para ver el propósito de Dios. Cuando agradeces, aunque no todo haya salido como imaginabas, tu corazón se alinea con Su voluntad. Y cuando tu corazón se alinea, tus pasos se afirman.
No cierres el año frustrado por lo que no sucedió; más bien ciérralo agradecido por lo que Dios hizo y expectante por lo que hará. Los mejores capítulos comienzan cuando honramos lo que estamos terminando.
En este diciembre entrega tus planes, tus logros, tus lágrimas y tus victorias; porque Dios no solo está en lo que viviste: también está en lo que viene.