A la mayoría de los seres humanos nos cuesta muchísimo aceptar a las personas tal como son, sobre todo cuando han cometido errores, pues condicionamos el amor que podemos darles por sus malas acciones. Lo cierto es que absolutamente todos somos pecadores y no existe día alguno en el que no cometamos por lo menos un error.
Dios nos ama tanto que fue capaz de dar a Su Hijo para que recibiéramos salvación y tuviéramos vida eterna. ¡Así de enorme es Su amor! Es por ello que como creyentes debemos amar y entregarnos sin reserva, sin medida y sin ninguna condición. El verdadero amor no depende de las acciones, así que si realmente amas a alguien no tendrás problema con esperar, creer y confiar, pues así es como se expresa el amor.
Si sientes que no mereces el amor de Dios o de cierta persona por vivir atada a tu pasado o por haberlos decepcionado a causa de una mala decisión, recuerda que el amor de Dios es eterno, ya que nos amó desde siempre y lo hará hasta el final de los tiempos sin importar nuestras equivocaciones. Él mismo es amor y es capaz de entregarse sin medida, por lo que lo mejor que podemos hacer es imitarlo: amando sin medida y con total entrega.
Si por distintas razones has permitido que el rencor y el enojo blinden el amor que eres capaz de dar, ¡no lo permitas más! No seas de las personas que pierden a sus amistades fácilmente por pasarse la vida criticando y quejándose. Desecha los malos recuerdos y todo aquello que te ha causado dolor porque el resentimiento nos impide amar como deberíamos y corrompe nuestro interior.
Ya no pierdas el tiempo enfocándote en lo que a las personas les hace falta y en subrayar solamente lo malo que ves en ellas, sino todo lo contrario, ya que en ocasiones se nos olvidan los beneficios y únicamente recordamos los prejuicios. Como dirían por ahí: no hagas de un pajar una montaña. Mejor dale al amor incondicional el lugar que merece en tu vida.
La manera de mostrar que somos hijas de Dios es amando de verdad. Toma de la mano a tus padres, a tus hermanos, a tu esposo o novio, a tus hijos y a tus amigos sin fijarte o recordar constantemente sus errores. Pídele al Señor que moldee y transforme tu corazón para que ames al prójimo como a ti misma, pues es un mandamiento que debes cumplir y que te ayudará a superar cualquier sentimiento negativo.
Ten siempre presente que cuando permitimos que el Señor derrame Su amor en nuestro corazón logramos adoptar la capacidad de entregarnos del todo y por todo, y se nos hace mucho más fácil amar como Él lo hace: desinteresadamente. ¡Demos y recibamos amor sin importar el pasado y sin ninguna condición!