Como seres humanos constantemente debemos adaptarnos a los cambios, ya que si no somos capaces de hacerlo estamos destinados a fracasar. Por ejemplo, la era digital nos pegó duro —sobre todo a quienes, como yo, no la considerábamos parte de la vida diaria—; o aprendíamos a utilizar los nuevos aparatos y sistemas o nos quedábamos estancados. Todo cambia y evoluciona, por lo que es imprescindible que nos adaptemos para salir adelante en las distintas áreas de la vida.
Las relaciones humanas también requieren adaptación, sobre todo el matrimonio y la familia, pues la vida está integrada por etapas que vamos superando. Las personas adultas primero fueron bebés, luego niños y después adolescentes. Todos crecemos, buscamos pareja, nos casamos y formamos nuestra propia familia, pues eso es parte de vivir. Se lee sencillo, pero realmente es un proceso lento de acomodación.
Por supuesto que ningún cambio, por más insignificante que sea, es fácil. Casarse, aunque es un acontecimiento hermoso, no es sencillo, por lo que no me imagino lo difícil que son los cambios frente al divorcio. Las familias que encuentran paz, conciliación y unión a pesar de las diferencias son las que logran adaptarse de forma positiva incluso a eventos traumáticos como la muerte o la decepción por una infidelidad. No es nada fácil puesto que requiere de amor, voluntad, paciencia y unión con Dios, pero es posible lograrlo y necesario para ser feliz.
Por otro lado, ¿qué pasa si sufres a causa de una crisis económica? También tenemos que adaptarnos y reducir los gastos el tiempo que sea necesario. Hay situaciones que no planeamos, simplemente aparecen, por lo que lo único que podemos hacer es buscar cómo sobrellevarlas. La economía cambia conforme la familia crece. A veces tenemos más recursos cuando nace el primer hijo y van disminuyendo cuando nacen los hermanos, o al revés. No sé cuál sea tu caso, pero en el mío las cosas, gracias a Dios, fueron mejorando.
Cuando surgen situaciones de cambio es normal que aparezca la incertidumbre, pero somos capaces de manejarla correctamente si le inyectamos fe al proceso. ¡Adáptate! De esta forma aprenderás a vivir dejando atrás el pasado y extendiéndote hacia el futuro. No te resistas y no te aferres a la comodidad, pues esa actitud dificulta acoplarte a los cambios que son inevitables y —la mayoría de las veces— beneficiosos.
Si estás atravesando algún proceso complicado de adaptación, dale gracias al Señor, ya que es necesario. Incluso a la vida eterna tendremos que adaptarnos porque nuestra naturaleza cambiará. Acércate a Dios y pídele gracia y favor para enfrentar los cambios. Pídele también que te abra puertas de entendimiento para lograr acuerdos y prevalezca el amor.
Que la presencia del Señor te acompañe, que Su amor te reconforte y que Su sabiduría fluya en tu vida para que puedas adaptarte a los cambios.