El poeta nicaragüense Rubén Darío escribió una frase que sintetiza el valor de la mujer y que me encanta: “Sin la mujer, la vida es pura prosa”. Y es que Dios, a través de las Escrituras, dice que quien halla esposa halla el bien y la benevolencia. El mundo entero necesitan de nosotras las mujeres porque somos determinantes en muchísimos aspectos de la vida.
Aunque varios digan que las mujeres somos complicadas e indescifrables, ser mujer es una gran dicha. En ocasiones quizá sí sea un poco difícil describirnos, pero lo cierto es que fuimos diseñadas a imagen y semejanza de un Dios perfecto con cualidades específicas y maravillosas que nos hacen seres excepcionales.
Una de las mejores cosas de ser mujer es que somos dadoras de vida y sustento. Por naturaleza somos cuidadoras de la semilla generacional, pues en cuanto quedamos embarazadas nuestros cuerpos se preparan y producen protección para el pequeño ser que está comenzando a formarse en nuestro interior. Dios nos dio la capacidad de interceder, orar y ayunar de una forma asombrosa, es por ello que creo firmemente que nos delegó la tarea de cuidar y guardar a los hijos física y espiritualmente.
Como mujeres tenemos un gran potencial de bendición para todos los que nos rodean, pues constantemente somos las guardianas del hogar. Asimismo, sin darnos cuenta —porque ya es algo natural— somos fuerza, testimonio, entrega y cuidado. La gracia que el Señor deposita día a día en nosotras nos brinda la capacidad de hacer muchas más cosas de las que la sociedad espera de nosotras.
Hace dos días se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, oficializado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1975. Desde entonces cada 8 de marzo ha sido una fecha destacada en múltiples partes del mundo dado que, según la ONU, ese día especial se conmemora “a las mujeres corrientes como artífices de la historia” y “la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre”.
Aunque para miles de mujeres la lucha continúa, quiero decirte a ti, mujer que estás leyendo estas líneas, que eres más que una joya preciosa y más que una gema de gran valor. Sé que Dios ha puesto en cada una de nosotras infinitas habilidades para amar, servir, destacar, administrar, apoyar y sustentar, entre muchas otras cualidades.
De ahora en adelante, cada día al despertar graba en tu mente y corazón que tu trabajo, tu amor, tu entrega y tu fortaleza son indispensables porque activan al mundo. Es un buen momento para reflexionar y traer a flote todos los avances que has tenido a lo largo de la vida como mujer, hija, esposa, madre y amiga, pues ellos te impulsarán a continuar viviendo conforme a la voluntad de Dios.
Jamás olvides de que eres una mujer bendita, virtuosa y privilegiada, y que el Señor te dará Su aliento divino para que tu vida sea trascendente.