Últimamente se habla de familias disfuncionales. Disfuncional es un término que abarca conflictos, malas conductas y abusos por parte de algún miembro de la familia. La Real Academia Española (RAE) define la disfuncionalidad como el “desarreglo en el funcionamiento de algo o en la función que le corresponde”.
No debemos olvidar que ningún ser humano es perfecto y que las familias están compuestas por seres humanos con cualidades y defectos. Es así como se integran las familias hoy en día.
Una familia disfuncional también se refiere a aquellas donde uno de los progenitores está ausente (física y emocionalmente) o donde únicamente existe la figura de mamá, papá, abuelitos o tíos; pero no ese patrón que vemos en las películas de familias perfectas, generalmente integrada por mamá, papá e hijos.
Es un hecho que sin importar nuestro entorno familiar tenemos un Padre Celestial, quien nos ama con amor eterno. Yo aprendí y entendí que nuestros padres terrenales no están habilitados para lanzarnos a cumplir nuestro propósito en la Tierra, únicamente nuestro Padre Celestial puede hacerlo.
Quiero llamar tu atención para que notes que a tu alrededor las familias no son perfectas y lamentablemente el pasado no podemos cambiarlo. Esa disfuncionalidad no debe marcar más nuestro futuro. Las cosas buenas para tu familia pueden llegar a través de ti. Así como José fue utilizado para la victoria de su familia y de un país, Dios también puede usarte. Solo debes sanar y fortalecer tu corazón en el amor del Señor, quien es el único ser perfecto.
En lo personal doy gracias a Dios por la vida de mi madre y por el tiempo que me permitió disfrutar al lado de mi padre. A pesar de que en mi adolescencia algunas veces me enfadé con ellos, me enseñaron a ser una mujer fuerte, trabajadora y determinada. A lo largo de mi vida entendí lo que Dios tenía para mí desde que me formó.
No sé cómo ha sido tu familia, lo único que sé es que Jesús puede sanar tu corazón para que honres a quienes te han formado y actúes conforme al amor de Cristo en ti.
Ama a tus padres, a tus hermanos, a tu esposo, a tus hijos y a toda tu familia sin pensar en sus errores o desaciertos. Piensa en lo que el amor de Dios puede hacer por las siguientes generaciones. El futuro con el Señor puede convertir a las familias, no en perfectas, sino en correctas.