En este proceso de cuarentena he tenido la oportunidad de escuchar a amigas y miembros de la congregación que están asimilando muchos cambios, algunos positivos y otros negativos. Mis palabras van encaminadas a recordarles que Jesús es más grande que cualquier situación, pandemia o crisis; y que las promesas que hemos recibido de Su parte no vencen, sino al contrario: se mantienen vigentes.
Por todo lo que vemos en los noticieros, periódicos y redes sociales sobre lo que pasa a nuestro alrededor se ha vuelto necesario llenar de esperanza a quienes nos rodean. Hay personas que son especialistas en contagiarnos de fe y confianza con tan solo una pequeña conversación.
Desde que mis tres hijos se casaron y se fueron de casa para formar sus propios hogares, vivo con mi esposo, mi suegra y con una sobrina. Todos somos de generaciones completamente distintas, por lo que tenemos diferentes puntos de vista; sin embargo, el amor nos une. Cuando alguien lo requiere nos unimos para animarnos entre nosotros y transmitirnos esperanza.
Los comentarios en el hogar o en el trabajo pueden llenar de duda o esperanza a toda nuestra familia y compañeros. Por eso es muy importante hablar con fe. Lo que vivamos mañana será determinado por la forma en que hablemos hoy.
Todos necesitamos una Palabra de fe, esperanza y ánimo. ¿Quién mejor que el Señor para llenar nuestra alma de esos ingredientes? Escuchar a Dios determinará nuestro estado de ánimo y la perspectiva con la que vemos las circunstancias, incluso las más adversas, así que debemos buscarlo siempre.
Para continuar siendo esa fuente de paz y esperanza en nuestro entorno debemos de llenarnos de Palabra que viene de Dios por medio de la oración. Nuestra rutina se puede interrumpir, pero jamás debemos apartar ese tiempo que nos conecta con la fuente principal de donde vendrá nuestra convicción de que el futuro será mejor.
Yo siempre inició mis días adorando a Dios. ¡Hay tantas melodías que nos pueden acompañar en esos momentos! Usemos esos minutos de oración con eficacia y recibamos la dosis necesaria para ser las portadoras de esperanza que el Señor desea que seamos. Hoy más que nunca, este mundo te necesita.