Después del nacimiento de mi primera nietecita, el Señor comenzó a hablarme sobre la importancia de pensar en nuestras siguientes generaciones y de lo imprescindible que es atender a nuestra familia para garantizarle un buen futuro.
Luego de 20 años de construcción, cuando Salomón terminó el templo que su padre David había planificado, hizo una oración de intercesión por las personas que entrarían a ese templo para que Él escuchara y perdonara. Además, levantó una ofrenda y después hubo una gran fiesta durante catorce días. Entonces, Dios le respondió, asegurándole que había escuchado su oración y que habitaría la casa que había edificado. Además, hizo un pacto con él al decirle que si obedecía como David, su descendencia reinaría en el trono de Israel. Nuestro Padre es Dios de pactos y se preocupa por nuestra descendencia.
Así que debemos tomar buenas decisiones, ya que una mala decisión provoca consecuencias durante generaciones, ya que los patrones de conducta se repiten. Lo vemos en el error que Abraham cometió en Egipto por temor al decir que Sara era su hermana, y que tiempo después cometería su hijo Isaac con su esposa Rebeca ante los filisteos. Ambos hicieron lo mismo, el patrón de conducta se repitió. Por eso, debemos dar buen ejemplo como semilla que luego cosecharán nuestras futuras generaciones debemos trabajar en nuestra vida para que sea buen fundamento de la vida de nuestros hijos y nietos.
Lo primero que debemos hacer es dar ejemplo positivo de matrimonio. Aunque hayamos sufrido un divorcio debemos transmitir valor al matrimonio, ya que las circunstancias no deben provocar que contaminemos a la siguiente generación. Es nuestro deber sembrar seguridad para formar familias sanas y unidas. El segundo aspecto para tomar en cuenta para formar es hablar de la paternidad de Dios quien nos ama como somos y no fallará porque Su voluntad es de bondad y misericordia. Nuestro tercer aporte es el afecto físico y verbal. Que tu boca sea de bendición, siempre ofrece ánimo y cariño, en todo momento, incluso cuando sea difícil porque ellos necesitan amor y afirmación. El cuarto consejo es transmitir buenos hábitos de vida como la alimentación, el cuidado personal y los valores.
No somos perfectos, pero si hemos cometido errores, tengamos el valor de ponerlos como ejemplo para que nuestros hijos no tropiecen con la misma piedra. Motiva a tus generaciones a corregir lo que ven que no está bien y que pueden mejorar. El quinto aspecto para tomar en cuenta es ser guía espiritual y llevarlos al Señor para que vivan en santidad y obediencia. De esa forma es posible romper ataduras que se transmiten por malas decisiones.
Decídete a luchar por el bienestar de tu familia. Su futuro depende de tus decisiones. No podemos permitir que nuestros hijos sean burlados, confundidos y busquen a otros dioses. Nuestras generaciones venideras también servirán al Señor, serán líderes comprometidos que honrarán nuestro pacto y darán continuidad a la obra que Dios nos ha encomendado. Tenemos una responsabilidad muy grande porque nuestro Padre ha sido bueno, nos ha tenido paciencia y ha sido misericordioso. Su promesa es bendecir a nuestras generaciones, si les enseñamos a amarlo y servirle de corazón. No temas, tu familia será restaurada, hay un futuro de bien para ti y para tu descendencia, porque están bajo la protección y el cuidado del Padre Celestial.