Dios te recuerda quién eres

Dios te recuerda quién eres

Hace un tiempo conocí a una mujer que atravesaba una profunda crisis personal. Había perdido su empleo, su matrimonio estaba en ruinas y sentía que toda su identidad se había desvanecido. Me dijo: “Pastora, siento que ya no sé quién soy. No me reconozco”. Sus palabras resonaron en mi corazón porque todos, en algún momento, pasamos por ese punto donde el dolor, la culpa o el cansancio nos hacen olvidar quiénes somos y a quién pertenecemos.

Mientras la escuchaba recordé una etapa de mi vida en la que también me sentí confundida. Creía saber quién era, hasta que circunstancias difíciles me hicieron dudar de mi valor y propósito. Fue en ese proceso que comprendí algo esencial: cuando todo lo externo se derrumba, Dios usa ese silencio para recordar tu verdadera identidad. No la que el mundo te asigna, sino la que Él mismo te dio desde el principio.

En mi libro Mírate bonita, mírate feliz comparto cómo comprendí que nuestra identidad no es una fotografía estática, sino una historia en movimiento. Podemos pasar por heridas, decepciones o temporadas oscuras, pero ninguna de ellas tiene el poder de borrar lo que Dios dijo de nosotras. Somos, ante todo, hijos e hijas amados. Esa verdad no cambia aunque cambien las circunstancias.

A veces creemos que el éxito, la aprobación o una relación definen quiénes somos. Sin embargo, Dios no nos mide por nuestros logros, sino por nuestra fe. Él no ve tus heridas como una señal de debilidad, sino como marcas de crecimiento. Y cuando parece que no hay esperanza, Él susurra: “Tú sigues siendo mía”.

Jesús lo demostró cuando se acercó a Pedro después de que este lo negara. Pedro había fallado: se sintió indigno, avergonzado y sin propósito. Pero en la orilla del mar de Tiberias, Jesús no le recordó su error, sino su llamado: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:17). Le recordó quién era Pedro, no por lo que había hecho, sino por lo que seguía siendo a los ojos de Dios.

De la misma manera, hay momentos en que Dios nos lleva de regreso a la orilla de nuestra vida. Nos hace mirar hacia adentro, hacia esas áreas donde nos hemos perdido; no para juzgarnos, sino para restaurarnos. Él no quiere que repitas tu pasado, sino que redescubras tu propósito.

Quizá tú también te has sentido extraviado: cansado de intentar, de aparentar fortaleza, de buscar aprobación. Hoy Dios te dice: “No te he olvidado. Eres más que tus errores, más que tu cansancio. Eres mi hijo, mi hija, y aún tengo planes para ti”.

Permite que esta verdad se instale en tu corazón. No necesitas esforzarte por ser quien ya eres en Dios. Solo recuerda quién te llamó, quién te formó y quién te sostiene. Deja que Él te recuerde que tu valor no depende de lo que haces, sino de lo que Él ya hizo por ti. “No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú”, dice Isaías 43:1.

Cuando Dios te recuerda quién eres, todo vuelve a su lugar. La confusión se apaga, el corazón se aquieta y el alma descansa. Porque no hay mejor espejo que Su Palabra ni mejor identidad que la que se construye bajo Su amor.