El próximo 15 de septiembre, en Guatemala celebramos 204 años de independencia patria. Es una fecha en la que, como guatemaltecos, recordamos con gratitud, orgullo y mucho honor el don de la libertad que recibimos hace más de dos siglos. Este no fue solamente un hecho histórico, sino también una invitación a valorar la identidad, la cultura y los principios que nos caracterizan y unen como nación.
Como creyentes, sabemos que la independencia no se limita a un acontecimiento político, sino que, más bien, es un recordatorio de que en Dios encontramos la libertad más plena y duradera que existe. Así como nuestros antepasados anhelaron una tierra libre, en la actualidad somos llamados a edificar una Guatemala diferente, cimentada en valores que promuevan la esperanza, la solidaridad y la paz que tanto anhelamos.
Cada vez que tengo la oportunidad, repito un hecho inminente en mi vida: me siento sumamente afortunada de ser guatemalteca. Este hermoso país me ha dado más de lo que alguna vez imaginé y, a pesar de las adversidades que acechan este pedacito de tierra, sé que no hay lugar más bello y cálido que este. Esta época del año me encanta porque nuestras calles se llenan de azul y blanco, y se realizan desfiles, recorridos con antorchas y distintas actividades cívicas con las que rendimos honor a nuestra patria.
La esencia del guatemalteco se refleja en su espíritu trabajador, en su fe inquebrantable y en su capacidad de salir adelante aun en medio de las pruebas. Somos un pueblo lleno de creatividad, calidez y solidaridad, que encuentra en la familia, en la comunidad y en Dios la fuerza para seguir construyendo día a día un futuro lleno de oportunidades. Esa resiliencia y alegría que caracteriza a nuestra gente es, sin duda, uno de los mayores tesoros que Él ha puesto en nuestra nación.
Así como Dios nos ha confiado este hermoso país, también nos ha encomendado la tarea de ser luz en medio de nuestra sociedad. Como guatemaltecos, todos los días tenemos la enorme oportunidad de sembrar esperanza, de practicar la justicia y de extender amor al prójimo. Si cada uno de nosotros asume con valentía y fe ese compromiso, estoy segura de que muy pronto veremos florecer una Guatemala mucho más fuerte y unida. Este pedacito de mundo necesita gente que marque la diferencia para brillar más que nunca.
Si eres guatemalteco o amas esta nación, te animo a que este 15 de septiembre no sea una fecha más del calendario en tu vida, sino que sea el día en que renueves tu deseo de ver a Guatemala transformada bajo la luz de nuestro Padre Celestial. Sigamos creyendo que, con Su guía y la unidad de cada uno de nosotros, el país de la eterna primavera sobresaldrá y será ejemplo de fe, justicia y amor para las generaciones que vienen. ¡Guatemala, tu nombre inmortal!