El fruto de la sujeción

El fruto de la sujeción

He sabido de muchas personas a las que, por distintos factores históricos, culturales y sociales, entre otros, les genera cierta incomodidad abordar el tema de la sujeción de la mujer a su esposo, incluso abordándolo desde la perspectiva bíblica, pues no todos lo interpretan de la misma manera. A pesar de ello, Dios nos enseña que alguien bajo sujeción reconoce a una autoridad delegada y que todo lo creado por Él tiene un orden.

Cuando aprendí que el esposo es la cabeza del matrimonio supe inmediatamente que, por más independiente y autosuficiente que yo fuera, y por más fuerte que fuera mi carácter, Él me estaba llamando a cumplir con un orden. En la relación de mis progenitores vi mayor autoridad en mi madre que en mi padre, sin embargo, el Señor delegó la cabeza del matrimonio al hombre, tal como lo dice Efesios 5:21-24, donde señala a Jesús como ejemplo y cabeza de la iglesia.

Una sujeción implica crear una unidad nueva donde cada elemento pasa a ser complemento del otro. Vale la pena aclarar que la sujeción no es dominio, sometimiento, menosprecio o subordinación. Con esto quiero decir que no por estar sujeta a su esposo, una mujer deba aceptar malos tratos de su parte, tales como abuso físico, psicológico o emocional, ni viceversa. Muchos confunden la sujeción con la subordinación, algo que es erróneo, pues tan sujeto está el esposo a su esposa como ella a él. La sujeción es un fruto de ambas partes y un deber conyugal de la mujer.

La Biblia, en Colosenses 3:18, nos motiva a estar sujetas a nuestros maridos “como conviene en el Señor”. Sin duda, como mujeres, reconocer nuestra función dentro del pacto del matrimonio trae consigo múltiples beneficios, puesto que Él nos ha puesto en un lugar privilegiado con el principal objetivo de que seamos honradas por nuestro marido. Por esta razón, si estás casada, te animo a que en todo momento te sujetes a él sin temor y con toda libertad, pues la sujeción es una bendición y no una imposición.

Vale la pena resaltar que, al igual que con su esposo, toda mujer debe dar fruto de sujeción a alguien con posición de autoridad. Por ejemplo, a su padre, a un maestro, a su jefe, a un policía, a una autoridad religiosa o a un presidente, entre otros, quienes de una u otra forma son personas designadas por Dios para establecer el orden.

Como creyentes y cónyuges, debemos tener claro que la sujeción no es un llamado a la sumisión, subordinación o desigualdad, sino que es un reflejo del amor sacrificial de Dios por Su iglesia y un acto de servicio, afecto y obediencia que contribuye en gran manera a la edificación del matrimonio, honrándolo y glorificándolo a Él en todo momento.

Qu Dios te siga llenando de sabiduría para disfrutar tu matrimonio.