Marcos 1:40-44 dice: “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos”.
Al momento de morir en la cruz del Calvario, Jesucristo nos dio la victoria porque hay poder en Su sangre. Él murió para darnos la esperanza de que hay salvación y que tenemos la oportunidad de imponer manos y de ver milagros de sanidad en nuestras vidas. En mi familia, por ejemplo, hemos atravesado fuertes enfermedades, pero hemos creído en los milagros que solo nuestro Padre todopoderoso puede otorgarnos.
No podemos acostumbrarnos a las enfermedades. Posiblemente te hayan dado algún diagnóstico terrible o muy raro, o declararon un grave problema en alguno de tus órganos, pero eso no significa que vivirás con ello el resto de tu vida. La Palabra de Dios nos indica que Él murió en la cruz del Calvario para que recibamos un milagro, así que ve delante de Él, póstrate con humildad y pídele lo que tanto necesitas.
Dios desea que seamos sanos y nos enseña a declarar sanidad e imponer manos sobre quienes están enfermos porque Él desea que seamos instrumentos de Su poder y amor en la Tierra. No dudes de que la obra ocurrirá, solo necesitas tener fe y sujetar tu cuerpo, mente y alma a Su presencia.
Las Escrituras nos enseñan que hay desafíos en medio de los milagros, por lo que, en todo momento debemos reprender el espíritu de enfermedad y muerte, y creer con firmeza que, tarde o temprano, el milagro sucederá. La fe nos da la convicción de que Él es el Dios verdadero, por tanto, lo único que debemos hacer para recibir lo que ya nos prometió es negarnos a nosotros mismos, y creer que Él peleará la batalla por nosotros.
Dios quiere sanarte y hacerte libre de cualquier enfermedad, pues Él sabe que los padecimientos son cansados y que, en muchas ocasiones, pueden llevar a la escasez económica, a la pérdida de empleos y a alejarnos de nuestros seres queridos. Él tiene la solución para nosotros.
He oído testimonios de personas enfermas que han estado a punto de morir y que, en ese momento, le han dicho al Señor que, si verdaderamente existe, les dé la oportunidad de vivir, y han sido sanos. Son esos testimonios del poder y amor de Dios los que nos hacen creer aún más. Su voluntad es que seamos libres de toda opresión y enfermedad porque Él nos ama y desea glorificarse en nuestras vidas.
Isaías 53:4-5 dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
Asimismo, Mateo 10:7-8 dice: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.
Somos personas de fe que aman a Dios y a Su Palabra. Enfoquémonos en actuar en oración e intercesión, y en activarnos e ir con fe a orar por los enfermos para ver milagros, no solo en nuestras vidas, sino que en las de los demás. Él es el principio y el final, y el alfa y la omega, por lo que lo único que debemos hacer como creyentes es practicar nuestra fe. ¡Dios quiere hacer un milagro en tu vida!