Cuando aceptamos nuestra asignación es cuando entendemos para qué fuimos creadas y nuestro propósito en la Tierra. Cuando cumplimos nuestra asignación y el propósito de Dios en nuestras vidas, logramos desarrollarnos como seres humanos de forma integral.
A lo largo de los más de 35 años que tengo de vivir el Evangelio, he entendido que fui configurada en medio de una prueba durísima que trajo consigo mucho dolor: la trágica muerte de mi hermano. Como familia, en lugar de pelearnos con Dios por ese terrible suceso, nos aferramos más Él, y fue en ese momento en el que fui configurada, pues el Espíritu Santo me consoló.
Desde que conocí a mi esposo Cash, supe que mi asignación era servirle al Señor en todas las etapas de mi vida, creer en el matrimonio y en la formación de un nuevo hogar. Colosenses 3:18 dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor”. Debemos respetar a nuestro conyugue en todo momento para que le vaya bien en la vida, sea de edificación para los demás y para que reciba Sus bendiciones.
Como hijos de Dios, para cumplir con Su perfecta voluntad, tenemos que cuidar nuestra simiente y recordar en todo momento para qué fuimos creados. La Biblia nos enseña que hay un tiempo de siembra y otro de cosecha, por lo que debemos aprender a ser pacientes para recibir todo lo que Él ya nos prometió.
Génesis 3:15: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. El enemigo no quiere que levantemos nuevas generaciones, pues constantemente ataca a la mujer para que no procree, con el fin de que no nazcan nuevos hijos de Dios que lo exalten y adoren, y que lleven las Buenas Nuevas más personas y naciones.
Las mujeres somos cuidadoras de esa simiente y Dios desea que la vigilemos. Marcos 14:9 dice: “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella”. Esta es una forma de provocarlo para que se acuerde de nosotros, honrándolo con nuestras buenas acciones y pensamientos.
Génesis 2:18 dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Asimismo, Génesis 2:20-24 indica: “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.
Dios desea que seamos mujeres seguras de sí mismas y que nos retemos para ser mejores en todas las áreas de nuestras vidas. Digámosle al Señor: “Heme aquí, Señor, haz conmigo como tú quieras” y declaremos que vamos a ser buena tierra, a bendecir nuestros hogares y trabajos, y que haremos todo lo humanamente posible para que se acuerde de nosotros siempre. ¡Bendiciones!