Todos los días, miles de personas de todo el mundo sufren por distintas circunstancias: por la pérdida de un ser amado, por aprietos financieros o malas decisiones tomadas, entre otras; sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña que, como Sus hijos, podemos reposar nuestra confianza en Él para que nos renueve y ayude a atravesar las adversidades que nos toca enfrentar a lo largo de la vida.
Es muy reconfortante saber que podemos fortalecernos en Su poder porque nuestras fuerzas, como seres humanos, son limitadas si pensamos que es posible vivir independientes de Su gracia. Cuando fallecieron mi hermano, mi papá y más recientemente mi mamá –momentos sumamente dolorosos en los que sentí que nada podría quitar ese dolor tan grande– fue cuando más dependí de Dios y confié en que Sus fuerzas iban a ser las mías, y justamente así fue.
Ten la seguridad de que Dios desea fortalecernos en todas las áreas de nuestras vidas. Para recibirla y hacerla crecer debemos desarrollar nuestra fe constantemente; ser agradecidos y glorificar Su nombre en los buenos y malos momentos; clamar por sabiduría; tener siempre en mente que Su gracia está sobre nosotros para darnos la fuerza que necesitamos para seguir adelante; y saber que Él fortalece a quienes tiene por fieles, exaltándolos y colocándolos en lugares mucho más altos.
Conozco a muchas personas que dicen ser muy fuertes y autosuficientes, por lo que pueden atravesar cualquier obstáculo por cuenta propia. Es normal que en ocasiones nos llenemos de coraje y seamos resilientes ante las adversidades porque nuestro Señor nos dio la capacidad de hacerlo, pero jamás debemos pensar que podemos salir vencedores sin Su ayuda y guía. Es Él quien nos sostiene en los momentos más duros de la vida, por lo que sin Su gracia y misericordia alcanzaríamos muy poco.
Con el paso del tiempo he entendido que Él nos ha puesto en donde nos ha puesto con un enorme propósito: proclamar Su Palabra y utilizar Su inmenso poder, el cual ya obtuvimos por Su victoria ante la muerte en la cruz del Calvario. No importa en dónde estés ni a qué te dediques, tu gran misión debe ser siempre compartir las Buenas Nuevas con todo el que lo necesite. No sabes qué está atravesando la persona que tienes a la par, por lo que, acercarla a la Palabra puede salvarla.
Tenemos que entender que Dios ya venció los temores y las cadenas para que seamos libres, y que Él nos dio un espíritu de amor y de dominio propio, no de temor y cobardía. Este es un buen momento para que creas con muchísima fe que Él nos puede devolver el ánimo para levantarnos y actuar conforme a Su voluntad, y que puede renovar nuestras fuerzas y darnos consuelo siempre que lo necesitemos. ¡Que Dios te bendiga!