En 1 Corintios 7:1-6 dice: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento”.
Estos versículos son muy fuertes. El apóstol Pablo nos dice a través de esta carta a los corintios que debe ayudarnos, enfocarnos y ponernos orden por el descontrol con el que vivimos. Si en mis tiempos esta situación ya era complicada, no digamos ahora. Por ello, Pablo se tomó la molestia de escribir sobre lo que no le agradó, con el fin de bendecirnos.
Sin duda, el Señor también ha necesitado que tanto los hombres como las mujeres tengamos orden, y justamente en estos pasajes de la Biblia se explica con qué debe cumplir cada uno según su sexo.
En 1 Corintios 7:17:24 dice: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios. Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios”.
Cuando comencé a ayudar a los matrimonios me di cuenta de que había muchos que se acercaban a Dios con bastantes problemas encima, entonces me pedían ayuda. Siempre le preguntaba al Señor cómo apoyarlos e identifiqué que, a pesar de que muchas parejas ya estaban en su segundo o tercer matrimonio, Él siempre podría restaurarlos sin importar el estado en el que se encontraran. Eso me dio tranquilidad para continuar compartiendo Palabra con quienes se acercaban a mí.
Aunque como líderes espirituales quisiéramos matrimonios perfectos, vivimos en un mundo que no es perfecto y justamente el matrimonio es una de las áreas en las que más problemas se presentan. El Señor quiere que tengamos un orden, por lo que, si ya estás en una segunda o tercera relación, Él te dice que mereces ser restaurado y que esa relación debe ser cuidada y podada como a un jardín.
Juan 4:7-19 dice: “Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta”.
Esta es una historia bastante linda que normalmente la enseñamos en la iglesia porque nos impresiona cómo Jesucristo volvió a romper con toda tradición y la misericordia que tuvo con una mujer, pues cuatro veces tuvo la delicadeza de escucharla y responderle a pesar de sus argumentos y dudas. Dios sabía qué necesidad tenía ella, por eso quiso reafirmar lo que había sido un problema en su vida y rescatarla de él, dado que no quería que se quedara cautiva para siempre.
Nosotros podemos aprender en este momento que la verdad es necesaria en los matrimonios y delante de Dios. La Palabra del Señor dice que la verdad nos hace libres y sí, definitivamente la verdad nos libera porque cuando comenzamos con una mentira esto se vuelve una cadenita que luego es difícil romper.
Sé sincero con Dios, quien usó a Jesucristo nuevamente para bendecirnos y hacernos saber que Él está preocupado por nuestras necesidades. Si te acercas al Señor y oyes Su Palabra constantemente, llegará restauración a tu vida. Si Él restauró la vida de esa mujer —dándonos a entender que ella había tenido varias relaciones fallidas—, ¿cómo no va a querer bendecir y restaurar tu matrimonio?
Le doy gracias a Dios por haberme encontrado con Él, pues trajo la salvación a mi vida; no dudo que pueda traer la salvación a tu vida también. Cuando lleguen las dudas, problemas y diferencias a tu relación, el Señor estará en medio para llevar restauración. ¡Créelo!