Varias historias de la Biblia nos narran lo que les pasó a personajes que abrieron sus corazones al cambio y a quienes no lo hicieron. Muchas personas, con solo escuchar la palabra cambio, se asustan porque automáticamente la asocian con algo negativo o con salir de su zona de comodidad. Sin embargo, los cambios, en su mayoría, suelen ser buenos, ya que implican las acciones de decidir y transformar una cosa en otra o de abandonar algo o una situación por otra.
El pueblo de Israel, por ejemplo, a pesar de que fue testigo de la resurrección del Señor, no cambió. Él llegó a redimir corazones, pero encontró mucha resistencia. Como seres humanos, es de vital importancia que comprendamos que el cambio no sucede de la noche a la mañana sin ningún motivo, sino que depende de nosotros. La promesa de redención es para cada uno, por lo que debemos tomarla y no desperdiciarla.
Asimismo, la Biblia nos muestra que Pablo tuvo un encuentro con Jesucristo que lo cambió de forma sobrenatural, ya que, a partir de ese momento, fue guiado por el Espíritu Santo, quien le decía a dónde ir. Me encanta esta historia porque nosotros, como hijos de Dios, debemos permitir que Él oriente nuestro caminar, sabiendo que nada sucede por casualidad, aunque la mayoría de las veces no entiendas por qué tus pasos te llevan a determinado lugar o al encuentro con ciertas personas. ¡Confía en que el Señor guía tus pasos!
También la Palabra nos narra la historia de Lidia, una mujer profesional que adoraba a Dios, por lo que le abrió su corazón. Algunas veces yo misma me pregunté por qué era necesaria esa apertura, si ya tenemos abiertos los ojos y el entendimiento; con el tiempo entendí que el corazón que se cierra por ofensas, tristezas, cóleras, enojos y hasta por el cambio, endurece nuestra voluntad y nos hace vulnerables a influencias negativas. Solo con un corazón dispuesto lograremos comprender las Escrituras.
Es tan gratificante saber que el Señor puede transformar, cambiar y renovar nuestros corazones si se lo permitimos. Quizá este es un buen momento para que analices lo que hay en tu interior y busques Su presencia con el propósito de descubrir por qué piensas y sientes de la forma en que lo haces, sobre todo si la mayor parte de las veces son cosas negativas. Recuerda que lo que sucede en nuestro corazón se refleja en nuestras actitudes y nuestra forma de ser.
Si el Señor te muestra de una u otra forma que tendrás que hacer un cambio en tu vida para seguir avanzando hacia el propósito que tiene para ti, hazlo sin miedo y cree que tiempos mejores vendrán. Los mayores logros en la vida los obtenemos con un corazón abierto y dispuesto.