Lucas 13:10-15 dice: “Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?”.
Hace mucho tiempo, cuando nos presentaban a una persona enferma, solían decirnos que estaba endemoniada o poseída, por lo que teníamos que reprender al espíritu que la acechaba. Hay cosas que a veces no entendemos, pero debemos tener claro que Dios sí está haciendo Su obra en la humanidad y se quiere manifestar en nuestras vidas. Es por ello que debemos darle el lugar que merece para que rompa con cualquier mala tradición, rutina o enfermedad que venimos cargando desde hace tiempo.
Dios puede hacer la obra si crees en lo que Él ya prometió en la cruz del Calvario. Él desea que impongamos manos en Su nombre para que veamos suceder milagros. No sé cuál sea la circunstancia que estás viviendo en este momento, pero lo que sí sé es que, en estos tiempos, hay muchísimas enfermedades de las que Dios nos quiere librar.
Lucas 9:1-2 dice: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”.
Somos Sus discípulos, por lo que tenemos ese poder y creemos que nos lo otorgó desde el momento en el que murió en la cruz. Si te da miedo tener que atravesar alguna enfermedad, declara que esos sentimientos se irán de tu vida y que tienes la autoridad para orar por ti mismo, imponerte manos y reprender toda enfermedad.
Mateo 4:23-25 explica: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán”.
En una ocasión acompañé a mi esposo a unas Noches de gloria en otro país. En una de las noches, comenzó a orar y a reprender todo espíritu de enfermedad e impuso sus manos sobre los enfermos. Recuerdo que se acercó un hombre en silla de ruedas y —mi fe estaba tan alta— me le acerqué, me senté a su lado, oré e impuse manos sobre él, alrededor de media hora. En ese momento no vi el milagro suceder, pues el hombre no se paró ni caminó, pero dos días después me enteré de que había sido sano y que no necesitaba más su silla de ruedas. El Señor me mostró que, en dicho instante, yo no tenía la fe para ver el milagro y que necesitaba trabajar más en ella.
A partir de esa experiencia, comencé a ser más directa, a creer y declarar completamente el mensaje de Dios para ver los milagros frente a mí porque entendí que es mejor pasar una vergüenza teniendo fe, que sin ella. El Señor ya hizo la separación de lo que es el espíritu de enfermedad y lo que es la enfermedad como tal.
Mateo 8:16-17 dice: “Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
Cuando hablamos de sanidad física y del alma, hablamos del Señor llevando nuestras enfermedades a la cruz del Calvario. Nunca olvides que la unción del Espíritu Santo está contigo y que tienes la autoridad para reprender enfermedades. Dios desea darnos libertad para que seamos felices, y manifestar Su amor y dar testimonio. La fe no es solo un atributo humano, sino un don que viene del cielo. Sin fe es imposible agradar a Dios, por eso tenemos que aprovechar ese gran recurso que solo se fortalece con Su Palabra.