La novelista estadounidense Gail Tsukiyama, en su libro Dreaming Water, describe la maternidad con una frase hermosa: “Las madres y sus hijos pertenecen a una categoría propia. No existe un vínculo así de fuerte en todo el mundo. No existe ningún amor tan instantáneo e indulgente”. A pesar de que no es fácil ser mamá, es un regalo precioso que Dios nos da a través del cual nos convertimos en grandes educadoras que podemos hacer del mundo un lugar mejor.
Siempre he dicho que ser mamá, más que un regalo, es un gran privilegio, pues es la oportunidad que el Señor nos regala para criar y formar a seres humanos maravillosos que dejen huella en su paso por la Tierra. Como madre puedo asegurar que los hijos llenan el alma y nos inspiran a dar lo mejor de nosotras, incluso en los momentos difíciles, porque ese amor que sentimos por nuestros hijos es único, incondicional y difícil de explicar.
Hoy celebramos en Guatemala el Día de las madres, quienes contribuyen a diario a través de su esfuerzo, entrega y dedicación con el pilar de la sociedad: la familia. Aunque todos los días aplaudo el papel de las mamás, quiero aprovechar este espacio para honrarlas, bendecirlas y declarar que Dios les dará todo lo que necesitan para seguir edificando sus hogares y para vivir conforme a Su perfecta voluntad.
Hace unos días, en Casa de Dios —la iglesia que dirijo junto a mi esposo— celebramos a todas las madres al ritmo de la marimba, con un recital al estilo guatemalteco que hemos realizado desde hace más de diez años, llamado “Marimbas para mamá”, como una forma de homenajearlas y reconocer la labor que desempeñan diariamente, la cual no es nada fácil, pero hacen con entrega, sacrificio y amor interminable. Me sentí muy contenta por celebrar de esta manera a las madres que se congregan en la iglesia.
Sin duda, solo quienes hemos tenido la dicha de concebir podemos entender a ciencia cierta el inmenso e indestructible amor de una madre. Es increíble pensar que fuimos creadas a imagen y semejanza de un Dios perfecto que nos dio el privilegio de ser dadoras de un amor generoso, infinito y sacrificado. La maternidad también implica un cúmulo de emociones que, estoy casi segura, todas las que somos madres estaríamos dispuestas a volver a vivir.
Yo tengo la bendición de que todavía sigo disfrutando a mi mamá Mercedes, quien ha desempeñado un papel espectacular y me formó para llegar a ser una buena madre con mis tres hijos: Cashito, Ana Gabriela y Juan Diego. Si aún tienes la fortuna de compartir con tu madre y la dicha de serlo, aprovecha cada instante para dar lo mejor de ti y para vivir cada instante compartido como si fuera el último. Hoy y todos los días seamos intencionales en reconocer y honrar la entrega de las madres porque no tiene comparación alguna.
¡Feliz día a todas las madres! Que Dios las bendiga siempre.