Todos los seres humanos, para vivir cómodamente, necesitamos trabajar. La Real Academia Española (RAE) define el trabajo como la “acción y efecto de trabajar” y “ocupación retribuida”. Estos significados me llevan a pensar en lo vital que es producir y generar ingresos a través del trabajo, y en lo lindo que es trabajar en lo que nos gusta, puesto que, como diría el pensador chino Confucio, de esa forma se siente que no trabajamos ni un solo día.
La Biblia nos enseña que Dios y Jesús trabajaban, y eso debería ser suficiente motivación para que nos sintamos motivados para trabajar con la mejor actitud posible. Aunque la profesión u oficio de muchos es más difícil que el de otros, la verdad es que el trabajo dignifica al ser humano a pesar de que las circunstancias no siempre sean las ideales.
En Guatemala y en otras partes del mundo, el pasado 1 de mayo se celebró el Día del trabajo, uno de los regalos más grandes y sagrados que Dios nos dio. Enseñarles a nuestros hijos a trabajar de forma eficiente es un legado, por lo tanto, es algo que se aprende en casa. Yo, por ejemplo, desde muy pequeña vi a mis padres trabajar esforzadamente para luego disfrutar del fruto de su labor.
Mi esposo siempre ha dicho que como seres humanos no debemos trabajar por dinero, sino por dignidad; y que poner un plato de comida en la mesa es satisfactorio, pero lo es más cuando se ha ganado correctamente. Es por ello que es sumamente importante que nuestra comida tenga sabor a honradez, a trabajo arduo y a bendición de Dios.
Me parece importante resaltar que el trabajo y el ser humano están vinculados desde la creación, ya que desde que nacemos, y aun cuando carnalmente dejemos de existir, el trabajo continúa. La Biblia también nos enseña que existe una gran alegría y un gran beneficio en el trabajo, pues su resultado es que disfrutemos de un salario y una retribución de nuestro esfuerzo. En otras palabras, lo que obtenemos del trabajo nos permite suplir nuestras necesidades y bendecir a nuestras familias, a la iglesia y a quienes nos rodean.
Seguramente más de algún día te has despertado sin ganas de ir a trabajar, creo que a todos nos ha sucedido. Sin embargo, cuando me ha pasado, lo primero que hago es pedirle a Dios que me llene de ánimo y energía para realizar mis labores del día; porque si Él me dio el trabajo que me dio es porque tiene un propósito enorme para mí y para quienes me rodean. Es válido sentirnos cansados por el trabajo, lo que no es válido es “tirar la toalla”.
En el marco del Día del trabajo, recuerda que el trabajo nos mantiene ocupados y que una mente ocupada no les da cabida a las trampas del enemigo. Te animo a trabajar con buena actitud todos los días y a ser agradecida por lo que tienes, independientemente del puesto que desempeñes.