No a todos nos enseñan a ser patriotas. De niña me enseñaron que el día de Guatemala era el 15 de septiembre, por lo que, normalmente, solo en esa fecha celebraba a mi país; pero no debe ser así. Todos los guatemaltecos debemos amar nuestra nación porque Dios escogió que naciéramos en ella con el propósito de levantarla y provocar cambios positivos.
Conformé crecí aprendí a amar a mi país. Mi esposo aportó muchísimo a ese amor ya que cuando recibió la convicción de parte de Dios de que le serviría todos los días de su vida, él sabía, sin dudarlo, que sería en Guatemala. Puedo decir con seguridad que me encanta ser chapina y que soy privilegiada por haber nacido en esta hermosa nación que, como cualquier otra, tiene sus cosas buenas y otras no tan buenas.
Cabe destacar que el clima en esta tierra es verdaderamente maravilloso —por ello Guatemala es reconocida como “el país de la eterna primavera”—, la sazón en la comida es incomparable y la calidez de las personas es única. En general, los guatemaltecos nos caracterizamos por ser amables, serviciales, trabajadores, emprendedores, ingeniosos, solidarios y resilientes.
Desde hace más de cuarenta años se ha profetizado que Guatemala será luz para las naciones. Al escuchar esto por tanto tiempo, muchas personas han interpretado que de este país saldrá la Palabra de Dios para que las naciones sean salvas; sin embargo, ser luz no consiste solamente en eso, pues deben incluirse otros aspectos importantes como los procesos de justicia y el respeto a la libertad y los derechos de cada individuo, entre otros.
Es un buen momento para bendecir nuestra nación con hechos y palabras. Miles de personas, desde hace mucho tiempo, semana tras semana, oramos, intercedemos y clamamos por Guatemala porque necesitamos humillarnos delante del Señor y darle gracias por nuestro país, sin importar quiénes están al mando, pues el temor a Él romperá con todo lo negativo.
Mañana 15 de septiembre celebramos 201 años de independencia patria. Por supuesto que hay muchísimo por mejorar, pero la libertad que tenemos en este país de adorar a Dios es uno de los mayores regalos que tenemos. Estoy segura de que nuestras oraciones provocarán que los planes del Señor se cumplan aquí en la Tierra. Por ello debemos declarar, día y noche, que Su reino se establezca en cada rincón y que aquí se practiquen los valores que Él nos dejó escritos en Su Palabra.
Ten la seguridad de que hay poder en la oración y en la intercesión. Necesitamos amar y bendecir nuestra patria, así que te animo a que te comprometas hoy a clamar por ella todos los días. Solo cuando sumemos generaciones, leyes, ordenanzas y personas obtendremos un gran país, porque Dios engrandece a una nación a través de Su justicia. ¡Nuestro país necesita paz, justicia y el esfuerzo de todos por el bien común!