Todos hemos atravesado momentos difíciles en los que, por alguna situación particular, sentimos que ya no podemos más. Aquellos sentimientos de tristeza, aflicción, quebranto y amargura cada vez más se adueñan de los corazones y, la mayoría de las veces, nos hacen olvidar que en medio de las adversidades Dios se manifiesta, nos fortalece y nos resguarda.
Es tan importante que en la dificultad reposemos nuestra total confianza en Él, pues es el único capaz de renovarnos y de fortalecernos en Su poder cuando se lo permitimos. Hay varias historias en la Biblia que nos muestran lo que sucede cuando confiamos en la fortaleza que viene de Dios: Abraham no dudó, sino que se fortaleció en fe dándole la gloria a Él; Jesús creció y se fortaleció en el Espíritu, por lo que fue lleno de sabiduría y tenía la gracia de Dios sobre Él; y el apóstol Pablo dio gracias al Señor por haberlo fortalecido porque le tuvo por fiel y le puso en el ministerio.
Ten la seguridad de que el Señor quiere fortalecernos en todas las áreas de nuestra vida, pero debemos tener en mente que Él nos llena de fortaleza cuando le agradecemos, lo glorificamos y lo alabamos en la adversidad. Es en esos momentos en los que Él nos fortalece en fe y en sabiduría a quienes tiene por fieles, exaltándonos y colocándonos en lugares más altos. Él es tan bueno que Su gracia está siempre sobre nosotros para darnos fuerzas.
Como seres humanos a veces cometemos el error de sentirnos completamente fuertes y autosuficientes, sin embargo, la realidad es que siempre necesitaremos de esa fortaleza que solo Él ofrece. Es un buen momento para que la pidas con acción de gracias porque Él nos ha dado vida para que proclamemos Su Palabra y utilicemos Su poder, el mismo que obtenemos en la cruz del Calvario por Su victoria ante la muerte.
Sin duda lo mejor que podemos hacer es leer Su Palabra a diario, conocerla y entenderla para crecer en fortaleza y fe; porque de esa forma lograremos confiar en Sus fuerzas y no en las nuestras. El Señor ya venció los temores y cadenas para que seamos libres. Él, además, no nos ha dado un espíritu de temor y cobardía, sin lo contrario: nos dotó de un espíritu de amor y dominio propio.
El poder de Dios está dentro de cada una de nosotras: nos mantiene firmes, nos da fe para seguir adelante y cambiar aquellos patrones de conducta negativos. ¡Úsalo, no lo desprecies! Si en este momento te sientes oprimida o deprimida, si no tienes ánimo para levantarte y actuar o si has pasado por tristeza y dolor, confía en que Dios te dará nuevas fuerzas y el consuelo que necesitas.