La aflicción hace referencia a un profundo sentimiento de tristeza, pena, dolor o sufrimiento por alguna situación en particular. La Biblia, un libro en el que encontramos este concepto en repetidas ocasiones, nos enseña que se trata de un estado temporal, puesto que Dios aparece como la solución para erradicar ese sentimiento que suele afectar a millones de personas.
El padecimiento por una aflicción también depende de la percepción que tengamos de la situación que estamos viviendo. Es normal que en medio de la angustia sintamos confusión, pero debemos aprender a manejarla para ser perfeccionados en fe y en carácter. Con el paso de los años he aprendido que la mejor forma de hacerlo es a través de la confianza, la esperanza y la sencillez.
Es increíble lo que las aflicciones pueden causar, ya que también pueden incluir sentimientos negativos como el enojo, la culpa o la desesperación, por mencionar algunos. Lo cierto es que absolutamente todas las personas sentimos aflicción en más de alguna ocasión, incluso desde niños podemos sentirnos afligidos. Sin embargo, de la mano de Dios somos capaces de vencerla porque Él ya lo hizo primero y porque en Él siempre encontramos la paz que necesitamos.
Aunque la palabra “aflicción” de por sí ya es negativa, como casi todo en la vida, tiene algo bueno: cuando acontece también nos provoca paciencia, esperanza y llenura. Si en este preciso momento estás atravesando un mal momento por alguna aflicción, ¡espera en Dios! Pues Él, tarde o temprano, renovará tus fuerzas para que sigas luchando y viviendo conforme a Su voluntad.
Cuando comprendemos que Dios nos puede librar de los malos sentimientos si se lo permitimos, nuestra actitud cambia completamente y comenzamos a darnos cuenta de que, por muy grandes que sean nuestras aflicciones, ninguna durará para siempre. Por otro lado, aun en medio de la preocupación es importantísimo que busquemos Su presencia y lo adoremos para hacer notorias nuestras peticiones más que nuestras aflicciones, y para encontrar gozo y paciencia.
Mi esposo siempre ha dicho algo sobre las aflicciones que me encanta y que quiero compartir con quienes me leen: las aflicciones no son innecesarias y, aunque causen confusión, siempre fortalecen la fe de quienes creen en Dios. Seguramente vendrán momentos en los que la aflicción querrá consumirte, pero ten siempre en mente que Dios está de tu lado y que al final te servirán para mejorar tu relación con Él.
Si quieres que la paz que sobrepasa todo entendimiento guarde tu corazón y tus pensamientos, haz notoria tu petición, no tus penas y dolores. Este es un buen momento para que te enfoques en pensar y declarar palabras de bien y de ánimo; para que así las aflicciones, en lugar de causar molestias, sean un gran aprendizaje.