Mateo 20:29-34 dice: Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.
Jesucristo tuvo misericordia y se compadeció de dos hombres que estaban completamente ciegos, pero llenos de fe. Estaban sentados junto al camino cuando oyeron que Jesús pasaba y comenzaron a gritarle. Cuando las personas que estaban cerca escucharon, empezaron a reprimirlos y a callarlos, entonces ellos gritaron aún más fuerte para ser escuchados.
Posiblemente estés viviendo algo que te impida acercarte al Señor, pero este ejemplo nos enseña que si nos acercamos a Él y le clamamos, nos escuchará. Puede ser que haya gente alrededor tuyo tratando de callarte para que no expreses las necesidades que tienes, pero si lo buscas lograrás superar cualquier obstáculo que se te presente.
Dios premia todo lo que haces si perseveras en Él, así que no permitas que tus oídos se contaminen con palabras inservibles. ¿Qué estás escuchando en este momento? ¿Cosas positivas o negativas? Él conoce las necesidades de tu corazón y sabe que todos tenemos necesidad de la Palabra, por lo que debemos acercarnos a Él y creer que hará el milagro que requerimos.
Algo muy importante para recibir lo que Dios tiene para nosotros es aprender a pedirle específicamente lo que necesitamos en ese momento. Él se compadece de nosotros, nos ama, está interesado en sacarnos adelante ante cualquier situación que estemos pasando, por eso debemos expresarle en oración lo que necesitamos.
Hace un tiempo platicaba con unas amigas pastoras y les decía que el persistir no se obtiene de una imposición de manos. A diferencia de una sanidad física y de recibir un don espiritual, la perseverancia no la podemos recibir por arte de magia, pues es un fruto de nuestra conducta. Es la combinación de un deseo fuerte y de la voluntad, y la capacidad de mantener el rumbo frente a la dificultad.
Para que nosotros podamos dar ese fruto de perseverancia debemos tener fe. Cuando yo era joven recuerdo que fui muy perseverante en algo: tuve una mala experiencia en un noviazgo que me lastimó, por lo que cuando llegué a la iglesia le dije al Señor que no quería tener otro novio. Al decirlo vi a mi esposo sentado en una butaca y se me olvidó todo lo que dije. En ese momento supe que tengo que aprender a ser mejor persona, por lo que comencé a trabajar en eso y cuando comencé a hacerlo el Señor me enseñó acerca de la autoridad, el respeto y el compañerismo; y mi corazón empezó a ser transformado.
Fui perseverante y esforzada para tener una buena familia y que mis hijos decidieran servirlo a Él. He visto la misericordia de Dios, quien me bendijo con un buen esposo e hijos.
Tú puedes clamar como estos hombres para recibir tu milagro. Filipenses 3:10-11 dice: a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
Dios quiere que demos fruto de perseverancia y que nos mantengamos firmes porque Su propósito es que le sirvamos y que vivamos en el Evangelio para compartirlo con alguien más. 2 Corintios 11:23 dice: ¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces.
¡Persevera porque el milagro está muy cerca!