Hambre y sed de Dios

Hambre y sed de Dios

Las promesas del Señor son maravillosas. Si le temes y buscas serás bendecido y prosperado, todo tu esfuerzo obtendrá fruto. Nuestra alma es como nuestro cuerpo, siente hambre y sed que necesitan ser saciados. El mundo con sus afanes nos desgasta, pero Él ha prometido darnos descanso.

Muchas veces decimos tener hambre y sed de Dios, pero solamente acercándonos a su presencia sabemos cuánto puede llenarnos. Tenemos conciencia de la magnitud de nuestra sed hasta que vemos el agua frente a nosotros. Cuando estudié este el salmo 42 descubrí que cada día anhelo más del Señor y no dejo de buscarle porque sé que solamente Él puede saciarme.

La palabra espíritu significa conciencia, o sea el sentido instintivo del bien y del mal que produce culpa cuando actúas de forma equivocada. Tu conciencia te dice si quieres más de Dios, pero Él siempre ha estado interesado en cautivar tu espíritu. Para que puedas acercarte con libertar a saciarte debes entregarle tu conciencia y voluntad. Deja que trate contigo y te libere de toda culpa.

No estaremos satisfechos hasta que Dios nos llene. Hace poco leí la historia de unos traficantes de pieles en la Rusia del siglo XVIII. Eran crueles y sanguinarios. Arrasaban con las aldeas donde robaban. Al preguntarles porqué cometían tales atrocidades y no temían ni a Dios ni al Zar que era el rey de esas regiones, ellos respondían: “Dios está en el cielo y el Zar en su gobierno”. Con esa respuesta querían decir que no les importaba lo que les sucediera porque se sentían alejados de toda autoridad. En su salvajismo, eran conscientes de la existencia de Dios, aunque su vida no lo reflejara. A veces nos sucede igual, sabemos que Dios existe, nos acercamos a su presencia, pero no somos capaces de sujetarnos y dejarnos llenar como es debido. Sentimos que está lejos y es inalcanzable, pero nos equivocamos porque Él está cerca, junto a cada uno de nosotros y nos anhela profundamente.

Si realmente tenemos hambre y sed del Señor, debemos permitir que sea nuestro acompañante de vida. No lo dejes en la iglesia junto al púlpito cada domingo, Él quiere acompañarte a donde vayas.

Congrégate y busca rodearte de hermanos que te acerquen a la fuente de vida eterna porque tienen esa misma necesidad de encontrarle. Es importante ser una gran familia en el Señor. Cuando Jesús dijo estas palabras aún no había venido el Espíritu Santo. Pero ahora tenemos la oportunidad de recibir sin límites. Tírate de clavado, no le tengas miedo al agua. Esos ríos están allí esperando a que te sumerjas y te sacies sin temor. No te quedes con hambre o sed, pierde la educación y cordura por Él.

Búscale, acércate a la fuente de agua y bebe hasta saciarte para poder ayudar a otros que sienten la misma sed. Agradécele sus bendiciones y pídele que te llene de los pies a la cabeza.